¡ME CAGO EN DIOS!
Fue lo primero que se me vino a la mente, cuando vi a mi familia y mis amigos reunidos en el salón del castillo, pero lo que me sacó del estupor primigenio fue esa frase de doña víbora de cascabel
Pero yo no me quiero casar…
Piri yi ni mi quiri cisir ¿qué se estaba creyendo esa mujer? ¿qué otra cosa tenía que hacer para que me diera el sí? ¿es que no le había aguantado ya muchas cositas?
Estaba con ganas de agarrar a esa lengua viperina por el cuello y, literal, dejarla sin un ápice de vida, cuando me sale con la mejor de las explicaciones.
Idiota…
Sí, como cada una de esas veces en que la miraba y me enamoraba más de ella, parecía un idiota, pues claro que faltaba algo, lo más importante y que todo este tumulto de personas había arruinado.
Adiós cena preparada en el lago junto a los patitos y los nenúfares…
Adiós hermosa botella de Boërl y Kroff Magnum de cuatro mil dólares que se debe estar recalentando ahora en mi auto…
Adiós a las horas de sexo desenfrenado, desp