Despreciable víbora rastrera.
Llegar a Nueva York había sido todo un reto, estaba dejando todo atrás y aún no me sentía a gusto.
Sobre todo dejar a la pequeña Maca y a sus papás, ella me hacía recordar a mi hermana y lo mucho que la extrañaba, pero era momento de avanzar y seguir con mi destino.
Al salir de inmigración y retirar mis maletas, veo una silueta conocida, una que sin querer, me había topado en los momentos más extraños de mi vida, pero negué con mi cabeza y enfilé mis pasos a la salida.
-¡Rocío!-la voz de mi gran amiga y jefa y la de mi pequeño príncipe me sacó una sonrisa de oreja a oreja y corrí hacia a ellos.
-¡Mi hermoso príncipe! ¡qué grande estás! Y tú, no puedo creer que sean tres.
-Ya, Rocío. Deja la broma- me abraza y se remueve con su enorme pancita para rodearme. Luego, se separa de mí y me frunce el ceño -. ¿Te bebiste hasta el agua de excusado del avión, Ro?
-¡Oye! Déjame disfrutar de mi llegada primero, pero sí, algo bebí en el avión. Ya sabes como me siento en las alturas.
-Pues será mej