Valeria
Hay algo hermoso y agotador en ver a alguien cumplir un sueño. Algo que te llena el pecho, pero que también te lo oprime, porque sabes que ese logro está costando más de lo que debería. Es como ver a alguien construir un castillo con sus propias manos, piedra por piedra, sin darse cuenta de que se está desangrando en el proceso.
Desde que Fernando decidió fundar el centro de rehabilitación, no ha parado. Las reuniones empezaron como ideas en servilletas, bocetos improvisados en una libreta que llevábamos a todos lados. Recuerdo esas primeras noches, cuando aún era solo una fantasía compartida entre nosotros dos. Él dibujaba edificios con trazos torpes, yo agregaba jardines con flores que parecían garabatos. Nos reíamos de nuestras habilidades artísticas, pero había algo mágico en esos momentos. Algo puro.
Pero en cosa de semanas, se convirtieron en juntas con arquitectos, con abogados, con expertos en salud, con inversionistas. Todo era vertiginoso. La mesa del comedor se llen