Valeria
Sabía que algo estaba pasando. Lo había sabido durante días, quizás semanas, pero no había querido nombrarlo, como si darle voz a mis sospechas fuera a empeorar las cosas. Lo notaba en su manera de caminar, más cuidadosa de lo habitual, como si cada paso fuera calculado y medido. En los músculos de sus brazos más tensos que de costumbre cuando se apoyaba en el bastón. En el leve rastro de dolor que se escondía tras sus sonrisas, esas expresiones que solo alguien que lo ama tanto como yo podía detectar. En la forma en que se quedaba mirando por la ventana durante el desayuno, perdido en pensamientos que no compartía.
Fernando había vuelto a encerrarse en ese modo suyo de lucha silenciosa, ese que conocía demasiado bien porque lo había acompañado durante su proceso de rehabilitación. Lo había hecho antes: cuando decidió salir definitivamente de la casa familiar, cuando se negó a volver a usar el apellido Casteli como escudo, cuando eligió vivir en lugar de simplemente existir. E