—Nos vemos más tarde, Salva —le dije mientras me colgaba la mochila al hombro.
—Te espero aquí mismo —dijo él, apoyado en la puerta del auto, cruzado de brazos, con esa expresión inmutable que tan bien sabía usar.
Negué suavemente con la cabeza y me acerqué para que me oyera más bajo, con tono persuasivo.
—No hace falta que te quedes. Después de la clase tengo que esperar el resultado del examen de Lingüística, ¿te acuerdas? El que rendí la semana pasada. Si lo paso, puedo tomar ese otro ramo que necesito para no perder el semestre. A veces demoran horas en publicar la nota... mejor anda a tomar un café o haz algo de provecho. Te llamo cuando esté lista.
Él me miró con cierta duda. Lo noté. Frunció apenas el ceño y bajó la vista hacia su reloj, como si intentara calcular cuánto tiempo realmente debía esperarme.
—¿Estás segura? —preguntó, como si supiera que algo no encajaba del todo.
—Completamente. No te preocupes, en serio —le respondí, con una sonrisa ligera, forzada, pero convince