Hoy era sábado.
Un sábado distinto, especial, uno de esos días que te llenan el pecho de nervios y emoción al mismo tiempo. Hoy sabría si el bebé que llevaba dentro era niña o niño. La simple idea me hacía sonreír sin darme cuenta.
Me levanté temprano, con esa energía extraña que aparece cuando algo dentro de ti te dice que el día será importante. La casa estaba en silencio. Demasiado silencio. Y, como ya era costumbre, Lorenzo no estaba. Su lado de la cama frío, su aroma desvaneciéndose en la almohada.
Suspiré, tratando de no darle vueltas. Últimamente pasaba mucho tiempo fuera, reuniones, viajes, llamadas que no podía escuchar. Siempre había una excusa. Siempre.
Me duché y me vestí con calma. Un vestido largo color crema que marcaba suavemente mi barriga, el cabello suelto y unos zapatos bajos. Me miré al espejo un momento antes de salir. Me veía diferente. Más mujer. Más madre.
Tomé mi bolso y bajé las escaleras. La empleada me deseó suerte con una sonrisa cálida, y salí hacia el h