No podía soportar la idea de encontrarme con él de nuevo. Lorenzo. Solo el nombre me hacía temblar, y aunque intentaba no pensar en ello, todo dentro de mí sabía que esa noche, en aquel evento, podía aparecer. Respiré hondo mientras ajustaba mi delantal y me preparaba para mi turno. La señora Romani apareció en la cocina justo cuando estaba por tomar la primera bandeja de champagne.
—Elena, necesito que estés lista para cubrir la recepción —dijo con su tono firme habitual, cruzándose de brazos.
Asentí con una sonrisa ligera, intentando no mostrar mi nerviosismo. Pero no podía. Ya estaba imaginando cada posible escenario de desastre en mi mente. Así que tomé valor y dije:
—Señora Romani, creo que me quedaré en la cocina esta noche. No me siento muy bien rodeada de tanta gente… —mentí, y sonó demasiado convincente hasta para mí misma.
La supervisora levantó una ceja, mirándome de arriba abajo, y luego una sonrisa burlona apareció en su rostro.
—¿Ah, sí? ¿Qué raro? —dijo—. Pensé que trab