La mañana llegó con un aire denso, como si el propio clima supiera que algo estaba a punto de quebrarse. Camila se despertó con una extraña sensación de vacío, como si en el fondo supiera que el camino que estaba por recorrer no tendría vuelta atrás. El recuerdo de la conversación con Alejandro la noche anterior seguía vivo en su mente. Él le había prometido acciones, paciencia, un cambio real. Pero su corazón, aunque lo amaba, aún cargaba con la duda.
Se vistió con lentitud, intentando concentrarse en su rutina, pero nada parecía suficiente para ahogar el torbellino de pensamientos. Cada gesto cotidiano —servirse un café, mirar por la ventana, responder un mensaje— se sentía hueco. Su vida entera se había entrelazado con la de Alejandro, y ahora, cualquier decisión respecto a él parecía definir no solo su relación, sino también su futuro.
Al mediodía recibió una llamada inesperada. Era de una de las personas más influyentes del círculo empresarial, alguien que Camila apenas conocía p