Sombras en la Carretera.
El primer golpe de luz entró como una hoja afilada que trataba de cortar el interior del vehículo. Isela tardó unos segundos en distinguir dónde estaba. El mundo era un solo bloque blanco detrás del vidrio sucio, un desierto de calor suspendido sobre la carretera vacía.
Parpadeó. La garganta le ardía. La cabeza también. Un latido pulsaba en el centro de su visión, como si el sol se estuviera metiendo debajo de su piel.
No recordaba haberse quedado dormida. No recordaba haber decidido detenerse allí.
No recordaba nada después del destello
No, no era un destello. Era una ráfaga de voces… o una sensación… o quizás…
—¿Isela?
La voz de Cayden no sonó del todo humana. Tenía ese eco metálico que a veces se filtraba cuando estaba demasiado cansado. O cuando algo en su sistema interno se reajustaba. El eco que nunca admitía en voz alta.
Intentó incorporarse, pero sus brazos protestaron con un dolor que no debería sentir. La piel se le pegaba al asiento. La respiración era un esfuerzo inútil.
—