Dicen que todo comenzó antes de que Isela y Cayden nacieran, antes incluso de que la primera versión del Proyecto Alfa tomara forma definitiva.
En esos días, cuando el Consejo todavía parecía un grupo de científicos idealistas y no una maquinaria política corroída por el miedo, había un nombre que se repetía en pasillos, informes confidenciales y conversaciones en voz baja: Viktor Armand.
De él hablaban como se habla de una sombra que alguna vez tuvo cuerpo. Era un hombre brillante, demasiado brillante para su propio bien, según algunos.
Tenía esa clase de mente que veía patrones donde otros solo veían ruido; que encontraba errores en ecuaciones que parecían perfectas; que preguntaba las cosas incorrectas porque intuía respuestas todavía más peligrosas.
Sus colegas lo describían como un mentor exigente, pero cálido. Los padres de Isela lo recordaban como la única figura que realmente los había comprendido en los peores momentos, cuando perdieron a su primer hijo y el Consejo los presi