Rutas Cruzadas.
El aire estaba cargado de polvo y silencio, un silencio que resultaba pesado en la garganta, que se pegaba a los pulmones y a los pensamientos de Isela.
Caminaba con pasos medidos, con el pie derecho primero, luego el izquierdo, como si cada movimiento pudiera alterar el delicado equilibrio del mundo que aún sobrevivía a duras penas.
Detrás de ella, Cayden observaba cada sombra, cada esquina, cada grieta en las paredes de los edificios. Sus ojos eran calculadores, cautelosos; no permitían relajarse ni un segundo, y cada respiración que escapaba de su pecho parecía una cuenta regresiva.
Damian caminaba un poco más atrás, evaluando rutas de escape y posibles riesgos técnicos.
Livia, a su lado, parecía dividida entre avanzar con cautela y mirar hacia atrás, como si en cualquier momento la realidad de lo que habían dejado atrás pudiera alcanzarla. Las calles estaban vacías, pero no por completo.
Restos de barricadas improvisadas, coches volcados, escombros de estructuras derrumbadas y, oc