Lo Peor no ha Comenzado.
La sala circular, normalmente llena de murmullos calculados y pasos medidos, era ahora un eco hueco. Una sombra pesada flotaba entre los asientos elevados, como si cada pantalla apagada, cada carpeta cerrada, cargara un secreto demasiado grande para sostenerlo.
—Repito —dijo uno de los miembros más antiguos, una mujer delgada con lentes, y voz fría—, ¿cómo es posible que nadie haya reportado que el doctor Rhys está muerto?
La palabra muerto cortó el aire como una cuchilla. Las miradas se cruzaron. Culpas invisibles. Susurros incrédulos.
La madre de Isela, elegante, rígida, temblando por dentro, no dijo nada. El padre, en cambio, frunció el ceño como si fuera simplemente un inconveniente administrativo.
—No era información confirmada —mintió con calma.
Leo apoyó ambas manos en la mesa del centro, el único en pie. El único que ardía.
—¿En serio? —escupió con una sonrisa helada—. ¿El cadáver en la Sala 3B no era confirmación suficiente?
Un murmullo explosivo recorrió la sala. Varias pant