Fragmentos de Poder.
El sol comenzaba a descender detrás de los edificios derruidos, tiñendo de rojo las fachadas semidestruidas de lo que alguna vez fue un centro administrativo vital.
Las calles, ahora vacías, mostraban indicios de ocupación reciente: barricadas improvisadas, rótulos de advertencia y pequeñas fogatas en puntos estratégicos.
Isela y Cayden caminaban en silencio por la periferia del asentamiento que los grupos humanos habían comenzado a consolidar. Damian y Livia avanzaban unos metros atrás, nuevamente, revisando estructuras y posibles vías de escape, asegurando que cada movimiento estuviera calculado.
—Mira cómo organizaron todo —susurró Isela, con una mezcla de admiración y miedo—. No es perfecto, pero hay disciplina, hay reglas.
Cayden asintió, sus ojos escudriñando cada esquina.
—Se parece a algo que alguna vez conocimos —dijo—. Pero hay diferencias sutiles. Esto no es el Consejo. Es… adaptativo. Más rápido, más flexible.
Mientras tanto, lejos de estos asentamientos, Leo se encontraba