Fragmentos de Identidad.
El túnel parecía interminable.
Cada paso resonaba como una cuenta regresiva. El aire estaba cargado de polvo, electricidad y miedo. Damian caminaba adelante, apoyando una mano contra la pared para mantenerse en pie. Su respiración era irregular; la sangre del costado le empapaba la camisa, oscura bajo la luz azulada del cuaderno que aún brillaba débilmente.
—Detente un segundo —dijo Isela, alcanzándolo. Le tocó el brazo y él se estremeció, pero no se detuvo.
—No podemos —jadeó—. Si los Centinelas se reactivan, nos alcanzarán en minutos.
Leo, unos metros detrás, cargaba una mochila improvisada con provisiones y herramientas. Tenía la mirada fija, sin atreverse a cruzar palabra con Isela. Sabía que cualquier cosa que dijera ahora solo rompería más la delgada línea que aún los mantenía unidos.
El eco metálico del túnel se interrumpió cuando Livia, que iba a la retaguardia, levantó la mano en señal de alto.
—Escuchen.
Todos guardaron silencio. Al principio, nada. Luego, un zumbido bajo, c