El Peso del Proyecto.
Leo entró en la oficina y el aire lo recibió como un martillo invisible. Todo estaba impecable: ventanales del piso veinte que reflejaban la ciudad, escritorio de caoba pulida, lámparas colgantes alineadas al milímetro, un silencio que no permitía equivocación. Nada podía estar fuera de lugar. Todo estaba controlado. Excepto él.
Detrás del escritorio, sus padres lo esperaban. Parados, rígidos, figuras implacables de autoridad. Sus ojos eran fríos cuchillos que penetraban cada fibra de su ser. Leo sintió un escalofrío recorrerle la espalda; el peso de su fallo lo aplastaba antes de que sus palabras siquiera se formaran.
—Leo —dijo su madre, voz medida, cortante, como hielo quebrándose—. Explícame cómo lograste poner en riesgo al proyecto entero.
Leo tragó saliva, sintiendo que la garganta se le cerraba. Intentó decir algo, pero el silencio de sus padres lo ahogó. Cada respiración era un recordatorio de que estaba en deuda, de que había fallado no solo profesionalmente, sino también com