Cuerpos sin Guía.
El punto ciego no recibía, respondía.
Esa fue la primera conclusión que ninguno de los tres formuló en palabras, pero que se impuso en sus cuerpos apenas cruzaron cierto umbral invisible.
No hubo una puerta clara, ni un cambio abrupto de paisaje. No existió el dramatismo de un límite marcado. Solo una sensación progresiva, casi insidiosa, de que algo había dejado de amortiguar lo que eran.
El sistema del proyecto Alfa no se apagó de golpe, falló de manera desigual.
Damian fue el primero en darse cuenta de ello.
Su implante, ya forzado hasta el límite por el protocolo de cebo, no reaccionó con silencio, sino con ruido. Una sobrecarga sensorial que no distinguía origen ni tiempo.
Sonidos sin fuente, fragmentos de voz que no reconocía como propias, impulsos físicos que no correspondían a ningún estímulo inmediato.
Se llevó una mano a la sien, con los dedos presionando como si pudiera contener lo que se desbordaba desde dentro.
—Esto… —intentó decir, pero la frase se le desarmó antes de c