Mundo de ficçãoIniciar sessãoOphelia se levanto del suelo y seco su rostro lentamente. Al verse al espejo, notó una pequeña mejoría en su estado de salud, pero seguía palida.
— ... ¿Cuanto tiempo demorare en recuperarme?... —pregunto algo preocupada. — Si no estoy mal y mis calculos no fallan... Creo que un mes su majestad. —dijo mientras se acercaba a verla detenidamente. — ... Con que un mes... Si voy a ser la emperatriz... Necesito estar a la par de Sylas o incluso pasarlo... ¡Hare que no quiera estar conmigo!. —dijo alegremente. Sara solo podía sonreír un poco incomoda pues sabía más que de sobra que Sylas no iba a perdonar ninguna de las faltas de la emperatriz. Intento aclararle lo malo que puede ser hacer este tipo de cosas y mas contra el emperador pero Ophelia no escuchaba, estaba tan feliz de su plan que ya no le molestaba la boda que hoy se llevaría a cabo. La sirvienta solo suspiro y se dirigió al baño, empezó a preparar la tina con petalos de rosas y algunos aceites para que la piel de la futura emperatriz este impecable y suave al tacto. Al terminar de llenar la bañera, Sara se dirigió hacía dónde se encontraba Ophelia. — Su majestad, es hora de su baño, por favor, permítame acompañarla. —dijo sonriendo. Ophelia asintió y se dirigió al baño, al ver la tina se quedó sorprendida, pues aún qué su reino gozaba de exquisiteces, esa tina que se encontraba en frente de ella era el doble de grande. Sin pensarlo mucho se empezo a desvestir, Sara jamás levantó la mirada mientras la princesa se quitaba prenda por prenda, solo aparto la ropa con mucho cuidado. Ophelia notó al entrar a la tina que incluso el agua tenía la temperatura ideal. Lo único malo es que, según lo que ella conocía... Muchas emperatrices que contraían matrimonio con un emperador, su piel era lisa, sin ningun tipo de herida o cicatrices. Tenía algo de nerviosismo por si alguien más veía su cuerpo, ya que era considerado algo impuro y que traería mala suerte al imperio. Pero lo que más deseaba ella en estos momentos era su libertad, la única que estaba revisando o apoyándola es Sara, su sirvienta personal. Cuando iba a preguntar algo, le cayo un liquido algo espeso en el cabello. Sara no iba a esperar a que Ophelia le dijera algo en estos momentos, poco a poco quitaba cualquier suciedad que tuviera su cabello. La princesa se relajaba cada vez mas, y el aroma era agradable. Sylas por otro lado, ya se encontraba cambiado, perfumado y listó para el atardecer. El se encontraba en su escritorio revisando como de costumbre las cartas que le llegaban. Aún no había hecho pública qué Ophelia se convertiría en su emperatriz. No quería estar de nuevo en la boca de sus súbditos o de su propia familia, sobre todo de su propio hermano. Suspiró y envío con uno de sus sirvientes la información acerca del evento de hoy. — No tengo otra opción… Es esto o qué mi propio pueblo quiera más a mi hermano y lo deje en el trono... Es mío este poder, de nadie más… —suspiro mientras continuaba leyendo los demás papeles y cartas. El sirviente cumplió con su cometido y rápidamente se esparcieron las palabras del emperador. Todos estaban felices, no veían mal lo que estaba pasando, y ya se preguntaban si el emperador Sylas tendría a alguien a su lado. Claro, ninguno de ellos reconoce el nombre de esta princesa. Ophelia quién desconocía todo lo que él estaba haciendo, disfrutaba de ser consentida, Sara ya había terminado con ella en el baño y se encontraba secando cada parte de su cuerpo. La princesa parecía una obra de arte, su figura la hacía irresistible. Estaba esperando solamente cubierta por una gran manta mientras Sara le mostraba los diferentes vestidos que Sylas había preparado para ella. — No… Dame otro… —dijo mientras continuaba viéndolos. — Su majestad… Creo que le he mostrado casi todos… —comento algo nerviosa. Ophelia suspiró, si queria destacar tenia que hacerlo de la manera mas extravagante pero todos los vestidos de una emperatriz son muy aburridos para ella. Mientras divagaba en sus pensamientos vió uno que Sara no le había mostrado. Se apresuró a tomarlo aun sosteniendo la manta alrededor de su cuerpo, y noto que el escote estaba descubierto. Sara intento aconsejarle otro tipo de vestido pero Ophelia se nego, encontro lo que quería y ahora debería alistarse, faltaban pocas horas para el evento principal y debía apresurarse. Al colocarse la aquel vestido noto que tambien era justo para su figura. Se sorprendió y mientras Sara intentaba ajustarlo correctamente, Ophelia se veía una y otra vez al espejo. Al tener escote, resaltaba su cuello y hombros, el escote no es tan pronunciado pero para incluso Sylas, lo consideraría una insolencia y falta de respeto hacía el mismo. — Tu crees... ¿Qué podré ser libre... Cómo los pajaros?. —pregunto Ophelia mientras se veía en el espejo. — Usted ya es libre su majestad, al contraer matrimonio con Sylas, aún qué tenga las mil y un tareas, el la dejaría ir a donde quisiera... —comento mientras minuciosamente seguía ayudando a Ophelia con su vestido. — No, no esa libertad, Sylas solo me quiere como un objeto y no le perdonaré el hecho de que el masacró todo lo que más amaba. —exclamo firmemente. Sara estaba ya incomoda, quería irse pero aún seguía con su labor, hasta que se detuvo y dejo que la princesa se viera detenidamente. Para los accesorios, Ophelia escogió un par de aretes de rubíes, un collar plateado, y unas pequeñas joyas rojas para decorar su cabello. Su maquillaje lo escogió pensando en la ultima vez que vió a Sylas, usaba algo de color rojo vino y negro. Debía parecer qué estaba de acuerdo con este compromiso. Derrepente escucharon ambas unas campanas, ya eran las 4:30 de la tarde, faltando 20 minutos, se notaba que el cielo comenzaba a tornarse algo anaranjado. Sara no dudó un segundo mas y se llevó a Ophelia hasta un carruaje a las afueras del palacio. Cuando salieron, la princesa se quedó sorprendida, no pensaba que el palacio donde vive Sylas fuera gigante, Sara apresuro a Ophelia para que entrara en el carruaje y la acompaño hasta la iglesia donde se llevaría la ceremonia, solo ella y Sylas estarían ahí.






