Capitulo 5 : Celos.

A la hora del almuerzo, la emperatriz había salido a dar un paseo por los pasillos del palacio al lado de Sara, su dama de compañía, ya que Sylas no la va a dejar andar por ahí sola. Mientras camina se escucha el golpe rítmico del tacón en el suelo de mármol, la belleza que lleva consigo ahora mismo es suficiente como para volver loco no solo a Sylas si no a cualquier otro hombre.

Sara se percató del hermano de Sylas, quien caminaba por el mismo pasillo que la emperatriz, lo cual la hizo temblar de miedo y asustarse un poco. Mientras Pasarón por el lado de él, este simplemente detuvo ágilmente a la emperatriz agarrandola del brazo, justo por encima del codo.

Sara al ver lo que iba a suceder solo se limitó a hacerse a un lado. Está claro que si interviene algo malo podría llegar a pasarle, la familia imperial no perdona ningún tipo de intervenciones por parte de sus sirvientes o gente común y corriente.

— …¿Este es el nuevo juguete de mi hermano?... —preguntó Victor, con una voz arrastrada y una mirada que destilaba desprecio, clavando sus ojos dorados en Sara.

Sara asintió, bajando la mirada. Ophelia, solo intentaba separarse de esta persona pero, vió en el una oportunidad para poder seguir con su plan. Si se esparcía por parte de pequeños rumores, eso ameritaria que Sylas renuncié a estar con ella y esta se pueda marchar, claro, sin caer en una ejecución pública.

— ¿Quién... Se supone eres tú?... —dijo con una voz algo temblorosa por el agarrón del brazo tan derrepente. — Espera... Acabas de decir "hermano"... Entonces, Sylas... ¿Tiene un hermano?... Y al parecer también está loco como el emperador... —añadio mientras movía su brazo, tratando de soltarse con movimientos bruscos.

Gruño molesto por los comentarios burlescos provenientes de quién ahora es la esposa de Sylas y emperatriz de un imperio, con una voz baja y en tono de peligro, se acerco al oído de la emperatriz para que solo ella lo escuchara.

— Para tu información... Mi nombre es Victor… Deberías aprender modales... No es lo mismo ser una chica de pueblo a ser alguien de la alta sociedad, aún si solo es una fachada... Y hablarle a quienes están más arriba que tú… A pesar de que eres actualmente la emperatriz... Deja mucho que desear... de una don nadie—dijo de manera seria y sarcástica, casi despreciandola.

Ophelia se sorprendió por como Victor le acaba de hablar, sabía que tenía pocos segundos para responderle o de lo contrario, perdería esta oportunidad para "mostrarse" cómo una niña caprichosa.

— ¡Cuidado en como me hablas, yo no soy una chica de pueblo o una don nadie! —exclamo Ophelia, haciendo que su voz resonara en el pasillo. — Ahora... Yo soy la emperatriz de este imperio, puedo mandar a quién se me de la gana... Incluso a ti, que eres... Dejame adivinar, el hermano menor que nunca fue escogido ni por su propio imperio. —comento viendo a victor de arriba a abajo.

El insulto fue un detonante para el, se podía meter con cualquier cosa pero jamás con esto. El rostro de Victor reflejaba furia.

Victor, entrecerró sus ojos apenas un milimetro para mirar a la emperatriz una vez más. Sara desobedeció la orden que el hermano de Sylas le había dado e intento intervenir en esta discusión. Un silencio reino en ellos tres pues, Ophelia había no solo tocado una fibra sensible para Victor, si no que ahora, el la miraba con odió, uno donde ya es mas qué una promesa implicita de despreció político.

Al final, Victor tomo una bocanada de aire, como si quisiera contener la respiración y lentamente fue soltando el agarre de su mano al brazo de la emperatriz... Termino caminando en otra dirección opuesta a la que venían. Apenas desapareció de la vista de ambas, Sara suspiró aliviada.

— ¡S...Su majestad! —dijo tartamudeando. — Por favor... ¡No puede hablarle así a nadie! ... En especial a la familia imperial... Tuve mucho miedo por usted, el emperador Sylas si escucha estos rumores... ¡No quiero ni pensarlo! —añadio mientras sostenía las manos de la emperatriz.

— El empezó... Ese tal Victor... —murmuro molesta.

— ¡Aun así, le suplico qué no haga este tipo de cosas! —exclamo sara preocupada. — Y también... El es... El Príncipe Victor... Por favor no lo vuelva a hacer.

Ophelia continúo caminando por el pasillo del palacio, en compañia de Sara, quién aun seguía dándole sermones a la emperatriz por su comportamiento y su manera de hablar hacía el Príncipe Victor.

Algo que no sabía Ophelia o pasaba por alto es que no solo Sara le avisaba al emperador sobre las acciones que realiza si no también con quién habla.

Sylas continuaba por su cuenta, en una reunión con algunos nobles y personas de gran estatus. Algo que amaba muchísimo el emperador era cerrar buenas alianzas y tratados. Esta es su maxima adicción, ni siquiera tener una mujer bailando para el, ya que este podía pedirlo si así lo decidía... No, le encantaba incluso colocar dos reinos en discordia por quién aportaba mas a su imperio.

Al finalizar su pequeña reunión, llena de bebidas y comidas exóticas, se dirigió para buscar a Ophelia, estaba un poco tomado pero él quería verla, antes de girar en una esquina del palacio, pudo escuchar la charla que Sara tenía con la emperatriz, ya que ambas siguieron hablando de Victor.

Esto le sento tan mal al escucharlo que solo espero a que Sara se retirará. El emperador es ampliamente conocido en el palacio y en su imperio por ser un hombre de guerra, un hombre sin piedad, un hombre que no temia ver sangre derramarse en el piso gota por gota, las guerras y conquistas para el solo eran un juego como cualquier otro, no... El era un hombre que imponía respetó y miedo por su nombre. Se dice que si lo miras a los ojos, notaras un vacío que te perseguirá por el resto de tu vida hasta arrebatartela.

Antes de contraer matrimonio con Ophelia, ya había tenido concubinas que no llegaban a complacerlo de ningún modo, ni las miraba, y si lo hacía era solamente para hacer que estas huyeran temblando de terror. Nada ni nadie hizo que ese corazón tan frío como el hielo se derritiera... Excepto Ophelia, el podría dar incluso su vida por ella si es necesario, pero algo que no soportaría es verla con alguien mas... Mucho menos con su hermano y Príncipe Victor.

Mientras mas la observaba sin que ella se diera cuenta, más celos sentía, incluso si Victor no llegara a desearla. Para Sylas, perderla no es una opción, la siguió de cerca, cada paso que ella daba, el la seguía lentamente, hasta poder tenerla a su merced. Ella había ingresado hasta una habitación dónde habían muchos libros guardados, cada uno de esos libros tenía vida propia gracias a decadas de polvo acumuladas. Ophelia había entrado en un lugar el cual estaba prohibido.

El emperador no dudo en abrazarla de espaldas, haciendo que se sobresaltara, sus manos rodeaban su cintura... Una cintura pequeña, que solo ella podía tener. La emperatriz intento soltarse desesperadamente, pero fue inutil, ahora mismo, el la deseaba con locura, no lo quería esconder.

— ¿Estas loco?... —pregunto mientras jadeaba intentando soltarse de alguna forma, era claro que el la hacía temblar pero de anticipación.

Sylas se acerco a su oído y le susurró de manera lujuriosa. — ¿Loco? ... Claro que lo estoy... Más si te veo hablando con mi hermano... ¿Crees que no me dare cuenta nunca con qué otro hombre hablas?...

Ophelia se dió cuenta por solo ese susurro, que el o vió lo que pasó entre ella y Victor o, la escucho hablar del tema. Volvió a intentar soltarse de los brazos de Sylas pero, este solo la hizo caminar hasta una mesa. Ophelia se apoyo como pudo con una mano y con la otra trataba desesperadamente detenerlo.

— Sabes... Te contaré que llevó aguantando desde qué te traje a mi palacio... —dijo susurrándole al oído de nuevo y dando pequeños besos desde su oreja hasta el inició de su cuello.

Ophelia claramente estaba ya inmovil, jadeó, solo podía sentir como el emperador quería comerla en ese mismo lugar, lejos de cualquier ojo curioso. Su corazón latía tan rápido que pensaba se le saldría del pecho. Las manos de Sylas subían lentamente atormentando su mente que dejaba una sensación caliente por donde el tocara. Sylas seguía atacandola con besos y caricias hasta estar como una roca.

Ophelia podía notarlo, podía sentirlo, y sus manos escurridizas también, nada pasa por alto hasta que el bajo un poco el corset que ella llevaba. La emperatriz ya no pensaba claramente, ya no lo hacía, quería correr pero este nuevo sentimiento la dejaba indefensa ante el... Ante el poderoso emperador Sylas. Sabía que debía seguir sus propios ideales, pero, cada vez que el la tocaba o la besaba, sentía que se moriría si se detenía.

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