Mundo de ficçãoIniciar sessãoOphelia no podía creer todo esto, en menos de un día fue secuestrada por el emperador Sylas, sin saber si sus padres estaban bien o que sucedió, o incluso si alguien la estaba buscando... Y ahora esta comprometida. Esto era una broma o algo parecido de muy mal gusto, de ninguna manera se casaría con alguien como Sylas.
Unos minutos después del anunció de aquél sirviente, Ophelia intentaba nuevamente levantarse, no sabía en específico que clase de droga usaron en ella. La puerta de ese cuarto se abrió para dejar ver a una sirvienta, su cabello era rubio, sus pestañas y cejas hacian juego con su cabello, se acercó para auxiliar a la princesa. — ¡Su majestad!, no debería de moverse... Aún necesita recuperarse... —dijo con voz temblorosa intentando hacer que Ophelia se recueste. Ophelia sin embargo chillaba mucho, como una niña pequeña, quería irse lo más rápido posible. — Una sirvienta como tú jamás entenderá nada de mí... ¡No me toques!. —exclamo y de un fuerte movimiento la empujo. Al ver que de nuevo no se podía mover como ella quisiera, derramo algunas lágrimas. La sirvienta al ver esto suspiro. — Puede que no... No la conozca... Ni lo qué le paso realmente... Pero estoy aquí cómo una amiga, no como enemiga... —dijo en un tono suave mientras dejaba de nuevo a Ophelia en su cama. — El... ¿Siempre hacé estas cosas?... Va a Reinos y los destruye para tener princesas como yo... ¿Cómo si fuera un trofeo?... —murmuro. — ... El no es así, ya verá usted, que el tiene un corazón gentil... —comento mientras cambiaba el vendaje del hombro de Ophelia. Ophelia se percató que dolor no sentía mientras aquella sirvienta seguía cambiando su vendaje. — Por lo menos... Veo qué sus heridas estan sanando sin problemas, el emperador estara complacido con este avance. —dijo mientras esbozaba una sonrisa calida. — ... ¿Como te llamás?... Pense que eras algun tipo de princesa cuando entraste aquí... —dijo Ophelia tratando de cambiar el tema. — Mi nombre es Sara, majestad... Estoy a sus servicios siempre que me necesite. Puedo hacer cualquier tarea que me proponga usted. —exclamo. Ophelia vió su oportunidad y no dudo en aprovecharla. — Sacame de aquí... Yo no pertenezco a este palacio... Y ese loco que tienes por emperador me quiere como su emperatriz. —suplico entre lágrimas. La sirvienta se detuvo, aparto un poco la mirada y solo siguió con su trabajo. Cuando la sirvienta terminó y se marcho, Ophelia se sintió abandonada, nadie de este palacio la ayudaría, los efectos de lo que tomó comenzaban a desaparecer lentamente. Se dió cuenta que había una ventana, al abrirla noto que esta daba hacía el jardín de este palacio, no estaba tan alto como para bajar de un salto, pero sabía que si llegará a hacer eso la descubrirían y fracasar para ella en estos momentos era imposible. Al moverse de nuevo sintió un dolor punzante en su brazo derecho, sorpresivamente la pierna no le dolía en absoluto. Tomo las sabanas de la cama y las ató de tal manera que creó una especie de soga para bajar. Se aseguró que cada uno de los nudos fueran lo suficientemente resistentes, pero a su vez se sentía un poco mareada. Sacudió su cabeza y se dispuso para bajar por aquella ventana, amarrando un extremo de su improvisada tecnica al cabecero de la cama. Poco a poco empezó a bajarse, cada movimiento era decisivo, no quería permanecer ni un minuto más en ése lugar. Faltando la mitad de la altura de un primer piso, término soltando la soga que creó, al caer sobre sus piernas sintió en una de ellas un dolor fuerte. Mareada y sin poder moverse solo vió como Sylas ya sabía lo que hizo, y este se acercaba a ella. Sin decir una palabra la cargó en sus brazos, y volvió con ella al palacio. Los próximos días igualmente intento escapar pero Sylas ya anticipaba sus movimientos y siempre de alguna manera que Ophelia desconocía, siempre, terminaba en el mismo punto de partida. Y hoy para sorpresa de Sylas, ella no escapó, pero le guardaba un profundo despreció que creció con los días. Sylas gruño totalmente molesto. — Es un milagro que no hayas escapado... Pero... ¿Te atreves a verme de esa manera?... Que grosera eres... —dijo mientras la observaba, la tenía atada a una silla. Ophelia aún qué quisiera moverse, no podría. — ... Es que, no lo entiendo, ¿Por que carajos me tienes aquí? ... No seré jamás tu trofeo... Y siempre que pueda intentare escapar... — ... Y yo que pensaba que eras un ser humano más calmada... Solo guarda silenció, tus heridas se recuperaron, pero aún te cuesta levantarte sin la ayuda de Sara o de mi persona... —se acerco a ella y sostuvo su barbilla para inclinar su cabeza levemente. — ... Nunca fuí como cualquier otra princesucha que tengas en la mente... —exclamo. Sylas apretó los labios, pero se dejo llevar por el momento. Lentamente paso su pulgar por el labio inferior de Ophelia, y lentamente, subió hasta su mejilla. La princesa lo miró sorprendida, esta vez ella no se movía, solo observaba sus ojos. Sylas quería besarla, pero fue interrumpido por que uno de sus sirvientes entro. Con el seño fruncido decidió partir dejándola atada. Apenas salió de la habitación, Ophelia suspiró como nunca antes lo había hecho. Sus mejillas estaban sonrojadas, su respiración agitada, y su corazón no dejaba de latir tan fuerte y rápido. Unos minutos mas tarde quién había entrado era Sara, se aproximó a soltarla de aquella silla teniendo cuidado de no lastimarla. Una vez libre, Sara comento que ya es hora de cambiarla para la ceremonia, donde se volvería oficialmente una emperatriz. Ophelia quería negarse pero solo aceptó su nuevo destino. La sirvienta se la llevo hacia sus aposentos, al entrar todo lo que vió fueron lujos, una gran cama, candelabros, cortinas vino tinto de terciopelo. Pero nada de ésto lograba cambiar su estado de ánimo. — Su majestad, la celebración sera al atardecer... Aún tenemos mucho tiempo para poder consentir- Sara no pudo terminar por que fue interrumpida por Ophelia. — Ahórrate el discurso... Ve por comida y algo de vino... —murmuro Ophelia que estaba bastante molesta. Sara se quedó quieta un momento y sin mas remedio se inclinó dando una reverencia para luego salir de los aposentos. Ophelia solo se limito a caminar hasta la cama y se sentó. Su mente seguía procesando todo lo que ha pasado hasta ahora. Se preguntaba si sus Padrés estaban esperando por ella, si su reino aún seguía en pié, si es que podría volver. Ya nada de eso importaba... Pues se iba a casar... El anillo que tenía en su mano izquierda aun brillaba pero ya no tenía ningún tipo de valor para ella. Se levantó y observó todos los detalles de el lugar, cada rincón, cada luz, cada sombra... Pero nada la convencía. Al mirarse en frente de un espejo, noto que se encontraba pálida, sus labios ya no están rojos como siempre los llevaba, sus ojos que parecían zafiros, ahora se veían como un océano apagado. Suspiró, y lentamente se dejo caer al piso. Lloró hasta calmarse. Despues de media hora, Sara volvió con una bandeja de oro con un plato de comida y una copa de vino. Ophelia observaba como aquella sirvienta se arrodillaba y dejaba la bandeja de oro cerca de sus pies. — ... Veo que... Algo le entristece su majestad... —comento. — ...¿Quieres que te sea sincera?... No deseo casarme... Yo... Ya estaba comprometida con alguien más... Y... Todo eso se ha esfumado... ¿Cuanto llevo aquí?. —pregunto Ophelia. — Creo que una semana... Ya que el emperador había salido del pais con intenciones de reunirse con un país vecino... El también estaba comprometido... Al igual que usted. —comento limpiando una cuchara de plata. — ... ¿Por qué decidió romper su compromiso y tomarme a mi cómo su emperatriz?... —pregunto con curiosidad. — ... Su majestad, eso es una respuesta que yo no podré responder con sinceridad... ¿Y si espera mejor a la noche... Cuándo estén a solas... ?. —dijo mientras le ayudaba a tomar pequeños bocados de comida. Ophelia ya no pudo pronunciar ni una sola palabra, porque con los bocados que daba se sentía en otro mundo, jamás habia probado una comida tan deliciosa y exquisita. Estaba acostumbrada a ingredientes de alta calidad en cada una de sus comidas pero esto era un nuevo nivel. Se detuvo un momento y tomo un sorbo de la copa que contenía vino y simplemente se volvió a sorprender. — ... ¿Quién preparó esta comida?... —pregunto volviendo a dar otro sorbo de la copa de vino. — Tenemos los mejores chefs para poder proporcionar a su majestad el emperador los más finos sabores... También tenemos una reserva de vino y otros licores... El palacio del emperador Sylas y sus alrededores es mas grande de lo que usted puede pensar, princesa. —dijo sonriendo. — ... No tenía idea... —murmuro. Al terminar su comida, siguió pensativa, Sara había ido y venido de nuevo, y se encontraba pacientemente esperando cualquier instrucción o pedido que Ophelia pudiera darle.






