La sobremesa se instaló en un ambiente de calma superficial. Set y el primogénito se enfrascaron en una discusión sobre política internacional y los próximos movimientos económicos de la compañía. Dilara, la matriarca, fingía interés, pero sus ojos seguían fijos en la puerta, esperando el regreso de su hijo menor, y el inevitable estallido. Elif, la hermana menor, observaba todo con una mezcla de fascinación y temor.
De pronto, el cielo nocturno se rasgó. Los fuegos artificiales de Año Nuevo comenzaron a explotar sobre la mansión, pintando el cristal del salón con destellos dorados y esmeralda. El estruendo fue ensordecedor, pero trajo consigo una alegría contagiosa. Era medianoche. Todos se pusieron de pie, compartiendo buenos deseos y abrazos.
Set abrazó a su esposa, luego a su hijo mayor y a Elif, deseándoles un año de éxito y salud. Horus y su esposa se fundieron en un abrazo largo y silencioso, susurrándose promesas de protección. El ambiente de la sala de estar era festivo, las