El viaje hacia las afueras de la ciudad fue rápido y silencioso. Horus conducía su SUV blindado, con Nicolai a su lado revisando los planos del almacén que habían conseguido. En el asiento trasero, Tamer, el hombre que Senay había enviado, era una sombra profesional. No hablaba, solo observaba los espejos laterales y el mapa con una concentración que le daba a Horus una tranquilidad extraña. Sentir el apoyo incondicional de Senay, manifestado en la presencia de Tamer, era un poderoso escudo.
—El lugar es viejo —dijo Nicolai, señalando una zona en el mapa—. Un antiguo muelle de carga. No hay vigilancia, pero eso puede ser una trampa.
—Si quiere dinero en efectivo, no quiere testigos —murmuró Horus, apretando el volante. Sus pensamientos no estaban en el peligro, sino en la idea de que esa noche por fin pondría un nombre y un rostro a la persona que había destruido su familia.
Al llegar, la zona era justo como Nicolai había dicho: edificios grises, ventanas rotas y un silencio pesado qu