Capítulo 86

En cuanto entraron al apartamento, Mateo se fue a su habitación, Ian al baño y el celular de Sofi dio signos de vida. Le extrañó ver quién llamaba.

—Hola, abuela —Atiende sin emoción alguna caminando hacia su habitación.

—Hola, Sofia. ¿Cómo estás?

La voz de su abuela suena melosa y eso hace que Sofi se ponga en alerta.

—¿Qué quieres abuela?

—¿Cómo que qué quiero? ¿No puedo llamar para saber cómo está mi única nieta?

—Nunca llamas para saber cómo estoy —Suelta un suspiro—. Mira, quiero irme a dormir, podrías decirme qué necesitas. Estoy cansada.

—Está bien. Me informaron que pediste una gran suma en el banco, que están haciendo los trámites para darte el dinero.

—¿Y por qué te llamaron para informarte eso?

—Porque estás bajo mi tutela y es…

—Ya no estoy bajo tu tutela; hace siete años que dejé de estarlo y no sé por qué estas investigando mi cuenta bancaria.

—Bueno, tengo que asegurarme que no hagas ninguna estupidez con esa cantidad de dinero.

—¿De qué estás hablando?

—Es que sabiendo lo que hiciste con la casa de mi hijo…

—Es mi casa también —masculla con dientes apretados.

—Da igual, con lo que hiciste, como arruinaste la casa convirtiéndola en un lugar espantoso para esos mocosos —Sofi cierra los ojos para no llorar y toma aire llenándose los pulmones para no contestarle de forma inapropiada—… Es injustificable lo que hiciste con esa casa y, además, hoy tendrías que haber estado casada con Marco, esperando un hijo de él y viviendo aquí, sin embargo, vives en un minúsculo apartamento en un insulso barrio, mientras la casa de mi hijo es ocupada por mocosos mal olientes…

—Basta abuela —murmura Sofi con un sollozo.

—¿Dime para qué quieres el dinero?

—Es asunto mío. Es mi dinero…

—Es dinero de mi hijo y lo mal gastas, ni siquiera te haces cargo de su empresa.

—Es mi dinero y la empresa ahora es tuya, al igual que todo lo demás.

—Si te hubieras quedado con Marco, hoy tendrías más de lo que tienes y la empresa de tu padre sería el doble de grande.

—Abuela, Marco me engañó.

—Sí, bueno, esas cosas pasan, podías haberlo perdonado, es una lástima que hayan perdido ese hijo por el accidente, pero podrían concebir otro.

No iba a decirle que no fue un accidente, que fue culpa de Marco y mucho menos iba a decirle que ya no puede tener hijos.

—Él no me amaba, abuela.

—El amor está sobrevalorado y él estaba dispuesto a casarse contigo por la fusión de las empresas y tú arruinaste todo el negocio dejándolo y yéndote a ese país degradante.

—No arruiné nada y no es un país degradante. Aquí es donde vivía tú hijo —Hace énfasis en "tú" para que le entienda—. Y no podía quedarme con alguien así; él amaba a otra mujer.

—Otra vez con esa tontería del amor.

—¿Acaso no amabas al abuelo?

—Tu abuelo y yo nos casamos por el bien de los negocios, nuestro matrimonio fue arreglado. Con el tiempo llegamos a apreciarnos y luego tuvimos a tu padre para tener un heredero. Así es como funcionan las cosas y así es como se hace para que nuestro apellido siga su curso y no desaparezca.

Sofi cierra los ojos comprendiendo que su abuela que, quizás, ni a su propio hijo había amado alguna vez. Solo le interesa el dinero. Hasta tener un hijo es un negocio.

—Abuela, debo irme. Buenas noches.

—Bien, pero terminaremos esta conversación otro día. Buenas noches.

Sofi, con el dorso de la mano, limpia sus lágrimas y siente una mano en su hombro.

—¿Era tu abuela? —le pregunta Mateo sentándose a su lado.

Ella asiente sorbiendo su nariz.

—Sí; otra vez está con eso de la empresa de mi papá.

—¿No le has dicho nada de mí?

—No. No es que no quiera, solo es que no me deja hablar. Siempre es ella y el maldito dinero, a veces dudo que sepa interactuar sobre el clima o la política —Le dedica una pequeña sonrisa.

—¿No quieres que sepa de mí?

—Sí. Sí, que quiero —Se gira y lo envuelve en sus brazos—. Pero debo decírselo personalmente. Quiero que te conozca primero. ¿Te gustaría?

—Sí, suena bien.

—Claro, que suena bien, suena genial. Además, sé que todavía no hablamos de lo que quieres hacer cuando crezcas, pero si tu interés es la economía o la administración, esa empresa algún día la manejaras tú. Mi abuela no va a vivir por siempre y a mí no me gustan los negocios.

—Sí; ya sabemos que eres una blanda —bromea el niño.

—Hey —chilla riendo—. Lo digo enserio, Mateo, pero solo si tú quieres y te sientes cómodo. Te apoyaré en lo que desees ser. ¿Entiendes?

—Sí, Sofi. Aunque todavía no se bien lo que quiero hacer. Es decir, me gusta cantar, me gusta tocar la guitarra, pero no sé si algún día podría estar arriba de un escenario.

—Todavía eres muy joven para pensar en eso. Cuando seas más grande sabrás que hacer y yo voy a estar a tu lado apoyando tu decisión sin juzgarte, pero voy a darte muchos dolores de cabeza hasta que estés seguro de lo que harás.

—Seguro que harás eso —se jacta el niño. Sofi sonríe y lo abraza—. ¿Ian no sabe nada todavía?

—No —Suspira—. No sé qué decirle y, la verdad, pienso que no es necesario, ya que nunca voy hacerme cargo de esa empresa.

—¿No quieres llevarlo a él también?

—No…Sí. Todavía no es el momento.

—Debe saber de todo ese dinero que tienes. Algún día se dará cuenta.

—Lo sé. Cuando encuentre el valor. Lo prometo.

—Debes encontrarlo y contarle todo a Ian.

—¿Contarme qué? —Ambos giran con brusquedad al escuchar la voz de Ian, encontrándolo parado en el quicio de la puerta—. ¿Y bien? —pregunta cruzándose de brazos al ver que ninguno de los respondían y solo lo miraban con asombro.

—Yo… Me voy a mi habitación —titubea Mateo. Sofi lo mira y asiente, Mateo le besa la mejilla—. Se valiente —murmura y se gira en dirección a Ian—. Buenas noches.

—Que descanses, Mateo.

—Ian —susurra Sofi cuando Mateo dejó la habitación.

—Sofi —se burla, pero sin gracia.

—Voy a preparar café —Quiere salir por la única puerta que hay, pero, lamentablemente para ella, Ian la está obstaculizando.

—¿Qué pasa, Sofi? —cuestiona obligándola a quedar frente a él. Ella agacha la mirada—. ¿Qué es eso que deberías contarme? Habla conmigo —pide, tomando de toda su fuerza de voluntad para no perder el control. Ya está enfadado por saber que ella no confía en él y verla con la mirada al suelo sin decir nada, lo pone de peor humor—. Mírame —Ella no levanta los ojos, por lo tanto, la toma de la barbilla obligándola a mirarlo—. Dime qué ocurre —Ella niega con la cabeza y él cierra los ojos para tranquilizarse—. ¿Quién te llamó por teléfono? ¿Por qué carajo no confías en mí? —gruñe, exasperando. Bruscamente la suelta y camina hacia el centro de la habitación—. Te di todo tu espacio, no te acorralé con ninguna de mis preguntas; con ninguna pregunta que tengo sobre ti, sobre tu vida. Solo sé que tus padres murieron, que no puedes tener hijos y por eso adoptaste a Mateo —eleva la voz—, pero ¿por qué m****a no puedes tener hijos? ¿Por qué no se de algún integrante más de tu familia? ¿Por qué el hogar está a tu nombre? ¿Por qué carajo no puedo ver tu expediente?

Se lleva las manos a la cabeza tirándose del pelo.

—Ian —hila Sofi con la voz ahogada.

—Ya deja de decir mi nombre y dime qué carajo pasa —Gruñe.

Ella da un paso atrás, asustada por esa reacción y un ligero temblor le recorre por el cuerpo.

—No me grites —murmura, abrazándose a sí misma. Ian la mira sin comprender lo que balbuceó—. No me grites —repite con las lágrimas a flor de piel.

—Entonces háblame, Sofi; basta de mentiras, basta de omisiones y de secretos —Inhala profundo al verla menear la cabeza de manera negativa—. ¿No confías en mí?

—¿Y tú?

Ian la mira sorprendido. ¿Cómo podía pensar que no confiaba en ella? Nunca le entregó nada a nadie y a ella le dio todo lo que tenía a su alcance y sabe que tiene más para entregarle y está dispuesto a dárselo. ¿No sabe que está en sus manos? No podía ni siquiera dar a entender que él no confiaba en ella. Fue, es y esta jodidamente seguro que, será la única mujer a la que le confiaría su propia vida.

—¿Qué te hace pensar que no confío en ti? —pregunta, dolido.

—Seguramente porque quisiste ver mi expediente.

—Eso fue al principio, cuando pensé que tenías algo con el chófer.

—Y cuando creíste que estaba embarazada de otro —repudia Sofi.

—Sí —murmura agachando la cabeza—… Y lo siento por eso. Te pido disculpas de nuevo, pero debes entender que apenas nos conocíamos y que me cuesta mucho confiar en las personas, sin embargo, confío en ti, pero no me dices nada, me ocultas cosas, me lo haces más difícil. Ni siquiera me dices qué te ocurre ahora mismo —Ella lo mira sin comprender—. Desde que hablamos por teléfono que estás rara y preocupada, y no te atrevas a decirme que es por mi trabajo. Hoy estuviste toda la noche ausente. Dime qué te preocupa en este preciso momento, Sofi. Dame algo para poder seguir confiando en ti.

Ella solo lo mira por unos segundos, antes de comenzar a menear la cabeza.

—No me preocupa nada…

—Mentira —gruñe interrumpiéndola—. Son puras mentiras. No confías en mí, por lo tanto, no pidas que confíe en ti —Sale de la habitación dejándola sola. Sofi lo sigue; observa con atención cada movimiento, teniendo una lucha interna para poder hablar. Abrió y cerró la boca varias veces, pero ni una vez pudo decir algo. Quería decirle que sí confía en él, quería contarle todo. Pero nada salió. Lo observó hasta que llegó a la puerta y sus siguientes palabras hicieron que su corazón se desgarre del pecho—. Nunca confié en nadie que no fuera mi familia y menos en una mujer. Me puse en tus manos, pero tú —Niega con la cabeza y la vuelve a mirar—. Al menos me di cuenta a tiempo —Salió, cerrando la puerta tras él, con demasiada fuerza, provocando que el cuerpo de Sofi se estremeciera y un sollozo escapase de su pecho.

Sentada sobre el sofá dejó escapar toda la m****a que tenía adentro, sabiendo bien que ya no importaba, Ian fue bastante claro, ya no confiaba en ella, ya no quería nada con ella. Ya lo había perdido.

Unas manos pequeñas tocaron su espalda; se giró y abrazó a Mateo sin dejar de llorar.

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