Después de un largo y extenuante día «aburrido para Lina», todos se encontraba en la casa de ella para una cena familiar. Alex se había encargado de todo y ahora la estaba llevando en sus brazos hasta el comedor, ignorando la protesta de la joven.
—Aquí está nuestra enfermita —se burla Gaby.
—No estoy enferma —gruñe Lina—. Bájame —le ordena a Alex—. Ahora.
—En tu silla.
—Vaya, alguien por fin se puso los pantalones. Jodidamente asombroso —se burla Gaby.
—Y siempre que ella quiera me los quitaré —apostilla Alex y luego le guiña un ojo a su chica.
—O te los puedo quitar yo —interviene Lina.
—Puedes quitarme todo lo que quieras. Es todo tuyo. Todo lo que tengo es tuyo —Le acaricia la mejilla con los nudillos dulcemente y le levanta la barbilla para unir su boca a la de ella olvidándose que no estaban solos.
A lo lejos escuchan una aclaración de garganta y murmullos.
—Todos entregaron sus malditas tarjetas de hombre —bufa Gaby.
—¿Y cuándo piensas entregar la tuya? —pregunta Erik, mientras