Ian salió como un condenado loco del apartamento de Sofi. Subió al jeep, prendió el estéreo, dejando que la estruendosa música de Likin park se abriera paso en el silencio de la noche con su canción “In the end”. Puso en marcha el jeep y salió quemando llantas.
Él tiene muchas preguntas y ninguna repuesta. Fue un idiota al ponerse en manos de una mujer la cual ni siquiera sabe la fecha de su cumpleaños, no la conoce de nada, no sabe nada de ella. Se entregó a ciegas y así le fue.
—Que idiota fui —golpea con fuerza desmedida el volante del auto al tiempo que se detenía en un semáforo en rojo.
De un manotazo apaga la música que no lo estaba ayudando en nada. Las manos le picaban, la mandíbula le dolía de lo tensa que estaba, su estómago se encontraba contraído y la sien le palpitaba con tanta fuerza que le zumbaban los oídos. Tratando de controlarse volvió a avanzar; siguió el camino sin rumbo alguno.
Su mente no dejaba de pensar en que confío en la mujer equivocada, la primera mujer en