Capítulo 87

Ian salió como un condenado loco del apartamento de Sofi. Subió al jeep, prendió el estéreo, dejando que la estruendosa música de Likin park se abriera paso en el silencio de la noche con su canción “In the end”. Puso en marcha el jeep y salió quemando llantas.

Él tiene muchas preguntas y ninguna repuesta. Fue un idiota al ponerse en manos de una mujer la cual ni siquiera sabe la fecha de su cumpleaños, no la conoce de nada, no sabe nada de ella. Se entregó a ciegas y así le fue.

—Que idiota fui —golpea con fuerza desmedida el volante del auto al tiempo que se detenía en un semáforo en rojo.

De un manotazo apaga la música que no lo estaba ayudando en nada. Las manos le picaban, la mandíbula le dolía de lo tensa que estaba, su estómago se encontraba contraído y la sien le palpitaba con tanta fuerza que le zumbaban los oídos. Tratando de controlarse volvió a avanzar; siguió el camino sin rumbo alguno.

Su mente no dejaba de pensar en que confío en la mujer equivocada, la primera mujer en la que decide confiar y ella se caga en eso guardándose sus secretos y ocultándole cosas de su vida. Ella simplemente no puso todo de ella. Pero él lo tendría que haber sabido, desde el momento que Sofi le oculto que iba a adoptar. Tuvo que presionarla para que se lo contara, tuvo que darle la espalda y escupir un montón de estupideces para que hablara con él.

Los demás confiaban en Sofi, pero ella no lo hacía. ¿Ellos sabrían en realidad quién es? Él quería repuestas y las iba a obtener.

Derrapando gira el volante sin aminorar la velocidad, haciendo que las ruedas se quejen escandalosamente y retoma el camino por donde había venido. Con la idea en la cabeza sabiendo muy bien a donde ir y si no tendría las repuestas que quería, al menos iba poder tomar el suficiente alcohol para dejar de pensar por varios días.

En cuanto llega a su destino, está por tocar la puerta, pero esta es abierta haciendo a aparecer a Gaby con un saco negro abierto arremangado junto a la camisa blanca que llevaba abajo. Ian observa su cabello húmedo, los jeans pre rasgados y las botas negras, sin duda el morocho estaba por salir. Gaby mira a Ian con una ceja elevada esperando a que hable.

—Tenemos que hablar —suelta, clavando su clara mirada a la oscura de Gaby.

—Imposible —articula el morocho divertido—. Me esperan y ya es demasiado tarde. Así que lo que tengas que decirme, tendrá que ser mañana.

Adelanta un pie para avanzar, pero Ian no tiene intención de quitarse del medio.

—Acabo de pelear con Sofi.

Gaby suspira y sabe que ya no va a ir a ningún lado. Nunca pudo decir que no a las chicas cuando andaban mal de amores, ni mucho menos a Lucas. No iba a empezar a hacerlo ahora con Ian.

—Pasa, Rambo siempre sabe que decir —Se hace a un lado e Ian se adentra y camina directo hacia el sofá desplomándose en el—. No hay helado, pero sí tequila —Se queda un segundo pensando—. Esto es un jodido déjà vu.

Se dirige a la cocina y a los minutos, vuelve con el torso desnudo; abrazando dos chupitos, la sal, varios limones en un plato y una botella de tequila. Ian lo mira sonriendo ante semejante imagen.

—No ayudes, eh; puedo solo —se queja.

Ian se carcajea y sale en su auxilio.

—No seas marica.

—Déjame esa frase a mí para después que te bajes la mitad de la botella.

Gaby sabe muy bien que para esa altura el único que va a estar con mariconeadas iba a ser Ian. Pero el rubio todavía no lo sabe. El morocho va a disfrutar ese momento.

Gaby se acerca a la televisión y pone una película. Para la sorpresa de Ian la película no era Rambo. Ninguna de las de Rambo.

—Votos de amor —murmura desconcertado—. ¿Qué m****a es eso? —farfulla al ver como Gaby sonríe, al tiempo que se sienta en el sofá a su lado.

—La trajo Lina el otro día, cuando se peleó con Alex y quedo aquí.

—¿Vamos a ver una película para mujeres? —pregunta incrédulo.

—Es solo una película —contesta restándole importancia, mientras sirve los tequilas—. Solo, no llores —le advierte sonriendo.

—Yo no lloro y menos por una película, es ridículo —masculla, aceptando el chupito que le tendía. Con un brindis silencioso se llevan los chupitos a la boca acabándolos de un solo trago. Gaby se apresura a servir otro y emiten el mismo procedimiento—. No la tenía a Lina viendo esta clase de películas.

—En el fondo es una mujer como cualquier otra.

—Tiene su lado tierno —murmura Ian más para sí que para su amigo.

El tercer chupito ya se lo sirvió sólo, mientras Gaby tenía la vista en la película, aunque él no sabía que el morocho le estaba observando; le prestaba atención a cada movimiento que hacía.

A los veinte minutos de la película, Ian con varios chupitos encima comienza a farfullar.

—Eso es una reverenda m****a —masculla, su amigo se gira a mirarlo—. No puede no acordarse de su marido. No puede no acordarse de los últimos cinco años que supuestamente fue feliz.

—Es una película, Ian.

—Una m****a de película —masculla, meneando la cabeza. Gaby se ríe con disimulo. A los quince minutos vuelve a hablar—. Eso es increíble. No recuerda al tipo del que está enamorada, pero sí al infeliz con el que estaba antes —Gaby se carcajea—. No te rías, esto del amor es pura m****a.

—Te secundo —asiente, casi ebrio.

No tanto como Ian que se bajó casi todo el tequila solo y sin respirar.

—Está quedando como un idiota —suelta al rato—. Se merecía ese puñetazo ese tal Jeremy por imbécil.

—¿Si quieres cambio de película y ponemos Rambo?

—Ahora la quiero terminar de ver —contesta como si nada.

—Podríamos ir al antro —sugiere el morocho.

—Cállate, Medina. Está terminando con ella —El morocho se carcajea—. Es una estúpida por dejarlo ir.

Gaby se gira a verlo porque su voz había sonado rara y lo que ve lo deja paralizando por varios segundos.

—¿Estás llorando?

Una lágrima caía por la mejilla de Ian conforme miraba fijo al protagonista tocar la guitarra. Una melodía triste.

—Me entró limón a los ojos —escupe, limpiándose la lágrima con rapidez.

—Desde el tercer tequila que no estás usando limón —refuta Gaby.

—No digas estupideces, Medina.

—Ok —arrastra la palabra sin dejar de sonreír con disimulo.

Para cuando la película terminó Ian estaba muy borracho, con los ojos rojos y un mar de lágrimas regando sus mejillas.

Gaby también estaba borracho, solo que, en vez de llorar, se estaba agarrando el estómago de tanto reír por el desastre de su amigo. Todavía riéndose sin poder controlarse, caminó como pudo hasta una de las cómodas y sacó una caja de pañuelos que, siempre tiene para sus amigas, y se lo tendió. Este se lo arrebata de mala gana y Gaby termina descostillándose de risa en el suelo.

—Maldito limones —masculla, limpiándose la cara.

El morocho le echa un ojo al plato con los limones y estaban casi intactos. Se vuelve a carcajear hasta las lágrimas.

—¿La quieres ver de nuevo? —le pregunta entre risas.

—Ni loco. Es una película malísima. No sé qué te causa tanta gracia.

—Nada… Dios me duele el estómago.

—Estás comportándote como un idiota, Medina.

Gaby pone todo de sí para calmarse y con paso lento se sienta de nuevo en el sofá.

—Ahora que estás ebrio y ya lloraste…

—No estaba llorando, idiota.

—Bueno, ahora que se te cayeron todas las lágrimas por culpa de los limones —aclara, burlándose—, y no corro el riesgo de que llores como una magdalena sobre mi regazo. ¿Podrías decirme qué pasó con Sofi?

—Es una mentirosa —murmura y bebe tequila directo de la botella.

Gaby se lo saca y lo pone lejos de su alcance.

—No quiero que me vomites el piso —esboza cuando Ian lo mira elevando una ceja—. ¿Cuéntame que paso?

—Ella estuvo rara toda la noche.

—Sí, lo note.

—Bueno, cuando llegamos a su apartamento recibió una llamada, se fue a su habitación a hablar allí y yo fui a darme una ducha, mientras ella hablaba. Cuando salgo, Mateo estaba con ella en la habitación y le dijo que tenía que contármelo —Suspira.

—¿Qué tiene que contarte?

—No lo sé. Por eso discutimos. Le pregunté qué era lo que debía saber y ella solo balbuceaba y me evadía —Gira la mirada hacia su amigo—. Yo confié en ella, me puse a su disposición y ella solo pasó de mí.

—Quizás, necesite tiempo —sugiere Gaby.

—¿Tiempo? —repite indignado—. ¿Cuánto tiempo más? Le di tiempo, Gaby, me quedé con solo lo que ella quiso contarme y no hice más preguntas, no la presioné… Pero ese tiempo se terminó, me siento usado. Si ella no puede confiar en mí, ¿cómo se supone que yo confíe en ella?

—Porque no intentas hablar con ella de nuevo, pero, en otros términos.

Ian se ríe sin humor.

—Traté de hablar con ella, pero Sofi se retrae y calla. Y yo pierdo los putos estribos cuando hace eso. ¿Cómo se supone que pueda hablar?

—No lo sé, amigo, no lo sé —Palmea su espalda—. ¿La quieres? —pregunta, luego de unos segundos de silencio.

—Sí.

—¿Se lo has dicho?

—No.

—¿Y qué esperas?

—Ya es tarde.

—No lo creo.

—Ella no confía en mí y si ella no confía en mí, yo no puedo confiar en ella —exclama.

—Pero si la quieres —asegura Gaby.

—Pero eso no sirve de nada si ella no se pone en mis manos, como yo me puse en las suyas.

Ambos se sumergen en un nuevo silencio. Ian en sus recuerdos sobre Sofi y Gaby pensando que al día siguiente tiene cosas que hacer para darle una mano a su amigo.

 

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