Con mucho esfuerzo, dos de los custodios lograron separarlos, otros dos sacaron a Santiago afuera por la parte trasera del resto. Ya que su rostro estaba prácticamente irreconocible; sus ojos morados, su labio roto, un corte en el pómulo izquierdo y los litros de sangre que llovía de su cara, iban a asustar a los comensales.
Los custodios dejaron inmovilizado a Alex en el sofá. Una vez que se calmó, lo soltó para que pudiera sentarse como era debido. Lina lo mira sin comprender lo que había pasado, ella era de sacarse de forma violenta, pero Alex no era así. Reparó los cortes en sus manos y los nudillos rotos y le pidió a Sofi que le trajera el botiquín que se encontraba en el baño para curarlo. Alex seguía callado, con los codos apoyados en sus rodillas y los dedos de sus manos entrelazados, mirando sin ver el suelo, todavía respiraba de manera errática y Lina no estaba segura como abordar lo sucedido, pero se recordó a sí misma que el hombre ahí sentado, que hace unos segundos estuvo fuera de sí, ese hombre es el hombre quien ella ama. Les hizo una delicada seña a los custodios para que salieran de la oficina, ellos acataron la orden silenciosa y se fueron dejándolos solos. A los segundos entra Sofi con el botiquín, se lo tiende a Lina, ella lo toma y asiente a la pregunta silenciosa de Sofi queriendo saber cómo estaba Alex y luego sale de la oficina sin decir más.
Lina mira a Alex por unos segundos, notando que su respiración ya está más controlada, aunque su semblante seguía siendo duro y no quitaba la vista del suelo. Con cuidado se acerca a él para curarlo.
—Dame tus manos —le pide con suavidad acuclillándose frente a él.
Alex levanta la mirada y es como si la hubiera visto por primera vez. De sus ojos se fue la rabia y la oscuridad, para ser reemplazada por amor y adoración, que ambos sabían bien que esos sentimientos le pertenecían a ella. Sus ojos brillan por lágrimas anidadas luchando por salir y Lina puede notar entre la lucha de esas lágrimas, un destello de miedo. Con velocidad, Alex la estrecha en sus brazos, provocando que el botiquín que ella sostenía cayera desplomada en el suelo. Él increíblemente la sostenía con una potente fuerza, a pesar de que sus brazos deberían doler por los golpes que le propinó a Santiago. Sin poder controlar más las lágrimas se escaparon de los ojos de Alex y, Lina, ante esa escena se estremeció sin saber bien cómo actuar, ya que siempre era él quien la contenía. Pero de todas maneras lo aprieta más a su cuerpo, mientras su hombre sacaba todo de su interior.
—Lo siento, lo siento —solloza Alex—. No pude controlarlo.
—Shuu… Está bien.
—Tenía miedo —le dice entre las lágrimas—. Tenía miedo.
Estuvieron así por un largo tiempo, hasta que Alex pudo controlarse. Cuando eso pasó, él se separa un poco, acuna el rostro de su mujer con sus manos temblorosas y sangrientas y la besa con dulzura, pidiéndole perdón por su violencia.
—¿Estás mejor? —le preocupa Lina.
Él asiente con sus ojos y acaricia el rostro de ella admirando cada detalle. Recorriendo con sus pupilas cada rincón del rostro que tiene apresado en el corazón de él.
—Tenía miedo —murmura—. Cuando nombraste a Rafa, se me vino a la cabeza todo lo que pasó con Dany; el secuestro de Aye, cuando desaparece y te encontramos al lado del cuerpo del barman; cuando fuiste por tu cuenta a buscar a Aye; la muerte de Lucas —Lina traga saliva y pestañea para no dejar salir sus lágrimas—; cuando te secuestró, lo que te hizo —la observa directa a los ojos—. Todas esas veces tuve mucho miedo, miedo a que te pasara algo tanto a ti como a Aye, moría de miedo y… No sé, se me vinieron todos esos malos momentos y volvió ese miedo y… Yo… Yo perdí el control —susurra las últimas palabras. Una lágrima se le escapa a Lina y Alex la intercepta con su dedo pulgar—. Lo siento —susurra cuando ve que la hizo llorar, que la hizo sentir mal. Él sabe que ella no es de llorar y no le gusta ser el causante de esas lágrimas.
Lina lo besa con fuerza, lo besa como si con ese beso pudiera atrapar y absorber el miedo que Alex siente y llevárselo con ella, para que él nunca más se sintiera así. Cuando ambos necesitan respirar, con lentitud comienzan a separarse dejándose caer suaves toques en los labios.
—Te amo —murmura ella sobre la boca de su hombre.
—Te amo —repite Alex besando su frente y volviéndola a abrazar.
—Déjame curarte las manos —esboza separándose a regañadientes de él.
—Está bien.
La chica se dispone a sacar las gasas, vendas y pervinox para curarlo, mientras él veía detenidamente cada movimiento que ella hacía. Con cuidado le limpia las manos con agua destilada y comienza a curarlo.
—Vaya, por un momento pensé que te había contagiado mis malos hábitos —bromea la chica y Alex se carcajea.
—No tienes malos hábitos.
—Sí que los tengo. La violenta soy yo, pensé que se te pegó…
—Tú no eres violenta… Un poco irracional, a veces algo alterada; no piensas antes de actuar, también eres un poco inconsciente en algunas cosas…
—Qué tal si dejamos mis cualidades para cuando necesite apoyo moral —le interrumpe con sarcasmo haciendo que vuelva a reír.
—Eres perfecta —Toma su rostro con sus manos—. Ya lo sabes, ya te lo dije y no me voy a cansar de repetirlo las veces que sean necesarias —Besa su nariz—. No eres violenta, puedes ser muchas cosas, pero definitivamente no eres violenta, ¿Sí?
Ella asiente y Alex le regalan un beso, el cual termina succionándole el labio.