Capítulo 136

Ambos iban sumidos en sus pensamientos, pensamientos que tenían que ver con ellos mismos. Él pensaba en ella y en todo en lo que se había convertido aquella chica para él en tan poco tiempo. Ella pensaba en él, en como lo amaba y podría jurar que lo hace desde el primer día en que lo conoció, ese día cuando le hizo sangrar la nariz de un pelotazo en Ibiza; luego, cuando lo vio entrar la primera vez al descanso con aire despreocupado con las manos en los bolsillos delanteros del pantalón y esa media sonrisa arrolladora. Sin saber que era el mismo chico de aquella vez.

Sin siquiera proponérselo, Ian lleva una mano a la de ella y entrelaza los dedos. Ellos se miran, se regalan una sonrisa cómplice para luego volver la mirada en el camino.

A los treinta minutos Sofi ya se había dado cuenta a donde se dirigían, pero no estaba segura de cuál sería el propósito de estar en aquel lugar. No contaba con mucha imaginación como para darse cuenta de una idea de porqué Ian la llevaba a su casa.

Cuando llegaron al portón automático, éste se abre en el momento que Ian aprieta el botón del control de mando a distancia. Cruzan el umbral ya los segundos el auto se detiene en la puerta principal de la casa de Ian.

En cuanto apagó el motor, baja con rapidez para abrirle la puerta del auto a Sofi, todavía siguiendo con el plan de caballero, cosa que a ella le hace gracia.

— ¿Qué hacemos en tu casa? —quiere saber ella sin poder aguantar más su curiosidad.

—Nuestra casa —corrige y comienza a caminar obligándola también a ella a caminar.

—Nuestra? —murmura Sofi sin comprender.

Él asiente en silencio al escucharla, pero no dice nada más, porque piensa mostrárselo.

Al cruzar la puerta, Sofi pudo notar las diferencias que se dejaban ver. Ya no era una casa de un soltero, ya no había tan pocos muebles y no mostraba la carencia de estos, ahora se sentía más acogedor, más cálido, había más muebles, había fotografías, retratos de ellos solos, de ellos con Mateo, de Mateo tocando la guitarra; todas colocadas estratégicamente en los nuevos muebles que robaban espacio en el, ya ahora, hogar. Ian tomándola de la mano le hace recorrer todo el establecimiento mostrándole los cambios que hizo para que pudieran vivir los tres juntos.

Luego de mostrarle la planta baja, la lleva escaleras arriba. En una de las primeras puertas colgaba una guitarra eléctrica con el nombre de Mateo en lugar de las cuerdas. Ian le dedica una dulce sonrisa a Sofi y gira el pomo para dejar paso a lo que hay en el interior. La joven con mucho cuidado comienza a caminar hacia adentro, con la mirada recorre cada recoveco de la habitación preparada en especial para Mateo. Visualiza una cama mediana de bronce con edredón cobalto, una mesa de noche caoba de cada lado, a su izquierda un escritorio de vidrio, sobre éste yace un ordenador, un equipo de música, lapicero y pegado a la pared, una pared completamente azul, hay una pila de CD'S. Mas allá se puede ver la pista de carreras que le había regalado a Mateo como bienvenida. Del otro lado de la habitación reposa una guitarra eléctrica y un micrófono, todo con sus respectivos pies.

Sofi no salía de su asombro y estaba muy agradecida por como Ian aceptaba y quería a Mateo. Era Sofi quien los había adoptado legalmente, después de pelear y poner mucho dinero encima, por ser una madre soltera, pero era Ian quien también lo adoptó sin siquiera planteárselo, le dio un lugar en su casa, en su vida y en su corazón y eso a Sofi le hacía sentir plena y muy feliz. Todo en sus vidas estaba en orden.

—Todavía falta —le susurra Ian al oído colocándose detrás de ella.

Sofi asiente con una sonrisa y lo sigue dando saltitos de felicidad en su cabeza.

Ian la i***a a caminar por el pasillo, pasando por la puerta que esconde la habitación de sus fantasías, hasta llegar a una puerta al fondo de ese pasillo, esa puerta que los lleva a la habitación de Ian, la habitación que Sofi jamás vio, la que Ian jamás le mostró a nadie, a ninguna mujer. Pero Sofi no es cualquier mujer, ella es su mujer, la única y ahora esa habitación también le pertenece a ella. Toda la casa les pertenecía a los dos.

Sofi con el corazón en la garganta a punto de salir de su interior, cruza la puerta adentrándose en ese misterioso lugar. Las paredes estaban revestidas de un blanco impoluto, sobre el suelo una alfombra de pelo largo color humo, una gran cama con un dosel escarlata que caía hasta tocar el suelo. Y sobre la cabecera de esta se encontró incrustada en la pared un enorme cuadro con el retrato de ellos besando bajo el altar de la iglesia de Milán, donde habían contraído matrimonio.

Ian se coloca detrás de ella rodeándola con sus brazos, pegándola a su cuerpo y hundiendo su rostro entre el hueco del cuello y hombro femenino. Podía sentir como el corazón de ambos galopaba como un pura sangre en plena carrera, bajo sus ropas. Estaban nerviosos, entusiasmados, felices, iban a estar juntos por el resto de sus vidas. Ian se encargó en convertir esa casa en un hogar para ellos, para la que ahora era su familia. Sofi solo tenía que llevar sus pertenencias y situarla donde quisiera, lo demás estaba todo a gusto.

—Di algo —le i***a al ver que ella solo observaba y abría y cerraba la boca sin emitir sonido alguno.

—Nunca había entrado en tu habitación —fue el primer pensamiento que tuvo antes de cruzar la puerta y tenía que decírselo.

Ian sonríe al escucharla y sabe que tiene razón.

—Eso es porque jamás dejé entrar a nadie aquí —le confianza y la gira para mirarla a los ojos y sincerarse con ella—. Mira, jamás dejé que nadie entrara a mi habitación, ni en mi casa, ni siquiera en vida —El rubio suspira—. Eres la única que ha traspasado todas mis puertas y la que se ha convertido en la dueña de cada habitación que hay detrás de esas puertas. Ahora este cuarto es el tuyo también, al igual que toda esta casa y mi corazón. Es todo tuyo —susurra las últimas palabras tocando con dulzura sus labios para después tomar por completo su boca fundiéndose en un beso abrazador en medio de esa habitación, la habitación que ahora les pertenece como marido y mujer.

Cuando la falta de aire se hace presente, con lentitud, el rubio se separa de su boca para apoyar su frente en la de ella tratando de calmar su respiración y sus ganas de arrastrarla a la cama y apoderarse de ese cuerpo.

—¿Qué pasó con la habitación de las fantasías? —cuestiona Sofi mostrando su preocupación por perder su pedacito de cielo. Esto hace que Ian se carcajee y la vuelve a besarla con fuerza.

—La habitación de tus fantasías está intacta —Mete la mano en su bolsillo delantero del pantalón y muestra una pequeña llave colocándola delante de los ojos de ella—. Esta es tuya —La mira con picardía—. Es la llave de esa habitación para cuando quieras y queramos usarla —Ladea la cabeza—… siempre hay que mantenerla bajo llave, no queremos que Mateo entre, así que ten cuidado y nunca olvides cerrarla. ¿De acuerdo? —Ella asiente en silencio y le sonríe con los ojos brillantes—. Ahora dame otro de esos dulces besos antes que tengamos que retomar nuestras jodidas rutinas —Sofi sin dejar de sonreír hace lo que le pide y se pierden de nuevo en un beso apasionado.

 

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