Capítulo 108

Sofi agarra los platos de ellos y los hace girar. El de Mateo se detuvo en la porción de jamón y morrón y el de Ian en la porción de rúcula. Éste último arruga la nariz al ver lo que le tocó y escucha a Sofi reírse. La mira elevando una ceja y gira el plato de ella. El cual para en la porción de jamón y morrón al igual que Mateo. Ian sabe que no le gusta el morrón y sonríe con suficiencia.

—No dejes nada —exige, llevándose su porción a la boca, le da un buen mordisco con los ojos cerrados y luego lo baja con un gran sorbo de agua.

Los tres comen riéndose de las porciones que les tocan y de las caras de Mateo cuando le tocó rúcula y luego ananá, el primer sabor no pudo pasarlo y se lo cambio a Sofi por la napolitana, el de ananá no le fue tan desagradable. Cuando les quedaban tres porciones a cada uno, ya no daban más, la primera en tirar la toalla fue Sofi.

—Dios, perdí la práctica —exclama, después de bajar la comida con un largo sorbo de jugo de durazno.

— ¿Cómo que perdiste practica? —curioso Mateo.

—Cuando éramos chicas hacíamos este juego muy seguido con Natasha y mis compañeras del instituto, veníamos una o dos veces por semana a almorzar aquí —cuenta la chica.

—Bueno ahora lo terminas —le ordena Ian.

Ella mira lo que les queda a ellos, que también estaban llenísimos.

—Contaba con que ustedes me ayudaran —dice haciendo puchero.

—Imposible —suelta Mateo.

—No va a pasar —lanza Ian.

A duras penas lo tres terminaron lo que les quedaba de la enorme y exagerada pizza. Bajada por muchos vasos de jugo de durazno para Sofi y de naranja para los hombres. Cuando acabaron, el chef se les acerca para hablar con ella y sacarse la duda sobre Mateo. Sofi le explica que Mateo es adoptado y le cuenta de su vida en Buenos Aires. Tiziano no deja que le paguen la cuenta, argumentando que el almuerzo fue cortesía de la casa. Luego de agradecer y saludarse, caminan hacia la salida. Allí se encuentran nuevamente con Natasha, que como era de esperar, le seguía reclamando su egoísmo por no dejar a uno de los chicos. Tras risas y saludos con ella, salen del restaurante casi sin poder respirar.

—Hiciste que odiara las pizzas. No voy a poder comer por dos días —suelta Mateo agarrándose del estómago.

—Una lástima —entona Sofi—, a unas cuadras de aquí, hay un lugar donde hacen gelato, que esta —Se lleva los dedos a la boca—, para chuparse los dedos.

— ¿Qué es gelato? —Quiere saber el niño.

—Helado artesanal. Los mejores de Milán.

Mateo abre los ojos, no pudiendo creer que Sofi pensara en seguir comiendo y ante su expresión Ian se carcajea.

—Hoy pasamos del helado artesanal, lo probamos mañana. Solo caminemos para bajar toda esa pizza que nos obliga a comer —expresa Ian.

—Bien. Mañana iremos por el gelato.

—Yo necesito que me lleven una pupa —exclama Mateo haciendo reír a los demás.

—¿No eres bastante grandecito para eso? —pregunta Ian divertido.

—No me importa. Hoy no me importa. No voy a comer pizza nunca más en mi vida —resopla tratando de pasar el aire, ya que ni para eso cabía espacio en su cuerpo.

—Mañana va a pedir pizza de nueva —le asegura Sofi a Ian.

El joven la toma de la mano entrelazando sus dedos con los de ella. Sofi baja la mirada a sus manos unidas, luego lo mira, él se da cuenta de eso y le regala una sonrisa, la cual ella le devuelve.

Caminan los tres por las calles de Milán, viendo todas las vidrieras de la ciudad, disfrutando de la particular moda de allí. Al caer la noche, toman un taxi, Ian deja a Sofi ya Mateo en la casa de ella ya pesar de que Sofi quería que se quedara con ellos, Ian optó por ir al hotel, no quería cruzarse con la abuela, esa jodida Regina con complejo de reina Isabel, además sus cosas estaban en el hotel. Primero se aseguró que no hubiera señales de Marco y luego los dejó, prometiendo pasar a buscarlos al día siguiente para que desayunar juntos.

Ian llega a su habitación del hotel y llama a Esposito para avisarle que quedaba como máximo una semana en Milán. Después de llamar a Gaby para contarle cómo era todo y para avisarle que se quedaba por más tiempo, les preguntó cómo iba todo por Buenos Aires y si había alguna novedad de Santiago o Christopher. Gaby le comenta que no había noticias e Ian se comprometió que, cuando regresó se iban a encargar de ese asunto a fondo. Al terminar la llamada, se preparó la ducha. Una vez limpio y fresco, se fue a la cama con la imagen en su cabeza de la mujer que le enseñó como amar.

 

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