Ian iba en un taxi con una enorme y estúpida (lo que le diría Gaby) sonrisa en la cara, apreciando a través de la ventanilla del auto la soleada mañana que se reflejaba en la pintoresca ciudad. Estaba yendo a buscar a Sofi ya Mateo. Había hablado con la recepcionista del hotel, preguntándole un lindo lugar para ir a desayunar. La chica le recomendó un restaurante, no muy lejos de la casa de Sofi, con una linda terraza que, según ella, esa mañana era espectacular para desayunar al aire libre, él al escuchar lo del aire libre, le pregunta si había algún lugar donde poder hacer un camping. La chica le dijo que a unos kilómetros de la dirección de la casa de Sofi, se encontraba el río Po, tenía una orilla perfecta donde poder hacer un lindo camping y disfrutar de un fabuloso desayuno. Por lo tanto, Ian se dirigió a la casa de Sofi con una canasta llena de comida, café y leche para un prominente y saludable desayuno.
Al llegar, es recibido por el hombre de servicio. Lo hace pasar un pedido de Sofi y lo dirige hacia la sala. Al minuto el sonido de tacones contra la laja, lo saca del estupor que se encontraba cómodamente sentado en el sofá, para levantar la vista y encontrarse con la persona que menos quería ver. Regina.
—No está en la cárcel —fue su saludo inicial e Ian sonríe de costado.
—Lamento decepcionarla, señora. Es la ventaja de ser un agente de la comunidad —le dice con soberbia, ocultando que le prohibieron acercarse a la residencia Stagnaro.
—Se cree muy inteligente, ¿verdad? —Regina toma sentado frente a Ian, cruzando las piernas—. Mire voy a ir directo al punto —Ian asiente con la cabeza esperando que la mujer suelte su bazofia—; lo quiero lejos de mi nieta - lanza sin preámbulos.
—¿Disculpe? —inquiere el rubio elevando una ceja.
—Lo que ha oído. Lárguese de nuevo a Argentina, a Estados Unidos, a donde desee. Deje a mi nieta en paz, ella pertenece a este lugar donde está su familia, amigos y la empresa que la espera para que tome el control. Hasta soy capaz de aguantar a ese mocoso, con tal que las cosas vuelven a su lugar correspondiente —Mientras ella habla, Ian la observa entornando los ojos y aguantando no ser un mal educado con esa señora por hablar tan despectivamente de Mateo, sin contar que tan solo es un niño.
—Lo lamento, señora, pero no tengo interés de dejar a Sofi en paz. No voy a alejarme de ella, al menos que ella así lo quiera… Y creo que tampoco así la dejaría en paz —asevera.
— ¿Cuánto quiere? —escapa a la mujer.
— ¿Cómo? —suelta sorprendida.
— ¿Cuánto quiere dejar a mi nieta en paz? Todos tenemos un precio señor Russel. ¿Cuál es el suyo? —farfulla.
—Mi precio es Sofi. ¿Sabes? Me cuesta creer que es una señora prestigiosa en este país. El querer comprarme deja mucho que desear, pone en tela de juicio su educación —refuta con educación.
—Tengo una muy buena educación, señor Russel y mi familia es muy querida y respetada en toda Italia…
— ¿Y tienen la costumbre de comprar a las personas? —pregunta, dejando una mota de suficiencia.
—No desprestigie a mi familia —sisea e Ian sonríe satisfecho—. A veces hay que hacer cosas para que la familia se mantenga.
—Y una de ellas es querer comprar a aquellos que no comparten sus mismos ideales —completa Ian.
—Dígame ¿cuánto quiere? Dudo mucho que ganó lo suficiente como un agente del SWAT y seguramente a su familia le vendría muy bien una buena suma —fomenta Regina.
El rubio sin poder evitarlo se carcajea ante aquella sugerencia.
—Es verdad, no gano muy bien como policía. Pero mi familia no está mal económicamente…
—Pero pueden tener más —interviene ella.
—Mi familia es propietaria de la más importante consultora de Estados Unidos —La mujer abre y cierra la boca—. Créame, no necesito un centavo suyo y menos por una coima. De todas formas, le agradezco su interés por la posición económica de mi familia —expresa con arrogancia—. Vamos a ser de cuenta que esta conversación nunca ocurrió, ¿vale? No va a volver a insinuar que deje a su nieta, ni mucho menos se va a dirigir tan específicamente hacia Mateo. Esto es lo que vamos a hacer. Yo olvido esta pequeña “solidaridad” suya para con mi familia y usted procura arreglar las diferencias con su nieta y apoyarla en cualquier decisión que ella tome, sin contrariarla.
—Ella no sabe lo que quiere —escupe la mujer.
—Su nieta ya no es una niña y le puedo asegurar que sabe muy bien lo que quiere y desea, tanto para ella como para su hijo. Solo necesita apoyo moral, apoyo de la poca familia que le queda, no que la estén despotricando porque no hace lo que para usted —Él la señala con el dedo acusador—, cree que es lo mejor para ella.
—Usted sabe que es lo mejor para ella? —cuestiona con socarronería.
—Lo mejor para ella, es lo que ella se disponga a hacer. Estoy seguro que sabe que no tocó nada de su herencia para beneficio propio. Su nieta se fue a un país completamente desconocido y llegó a estudiar de lo que deseaba, trabajó duro para pagar sus estudios, su comida y un lugar donde vivir, con todos los gastos que eso conlleva. A usted no le pidió nada, no se lo pidió a nadie y repito, no tocó nada del dinero que por lógica le pertenece. Usted no conoce a su nieta, señora, ella es muy inteligente y capaz de conseguir todo lo que quiera del mundo. Ella puede hacer, si lo desea, que el mundo caiga a sus pies —la queda mirando fija a los ojos—. Yo estoy enamorado de su nieta ya ese chico lo siento como mío, son una grados personas y no pienso alejarme de ellos, ni mucho menos dejar que les pase algo. Hoy estoy yo para defenderlos y lo voy a ser a como dé lugar. ¿Le quedó claro?
—No sabía de todo lo que hizo mi nieta —murmura Regina mirando el suelo—, es decir, sabía que no había tocado el dinero, pero en un momento pensé que Torrielli la ayudaba a mis espaldas.
—No señora. No recibió ayuda de nadie, llegó a donde llegó por cuenta propia y no se quedó con la comodidad de la casa de sus padres. Ella alquiló un departamento, uno al que podía pagar por lo que ganaba. Haciendo pasantías y trabajando en un bar.
—¿En un bar? —susurra con horror.
—No se preocupe, que hoy trabaja en un buen lugar. Es un descanso, en donde gana bien y tiene amigos que se preocupan por ella y por Mateo, como si fueran su familia.
Ian se da cuenta que ella no sabía absolutamente nada de lo que pasó Sofi.
—¿Qué pasó con la casa de sus padres? —indaga con cuidado, temiendo a la respuesta.
Sabía que la estaba usando para que vivieran los chicos de las calles, pero su pregunta iba más a ella de solo obtener una respuesta.
—La convirtió en un hogar de acogida —la mujer clava la mirada en la de Ian—. Para condicionar ese lugar, sí tomó dinero de su herencia, pero los demás lo ha hecho por cuenta propia y sin beneficio monetario —él suspira—. Su nieta es más de lo que usted cree y es una lástima que se haya perdido todo lo que Sofi es capaz de hacer por una política que no la complace a ella.
—Hay muchas cosas que no sé de ella. Esa solidaridad la heredó de su madre —la señora sonríe con melancolía e Ian la imita—. Ella siempre estaba ayudando a los demás. Mi hijo era más de los negocios y ella lo completaba con su generosidad. …se lleva las manos al rostro—. Dios, he sido tan descuidada con ella por cegarme en que la empresa no caiga.
—No se preocupen, todos cometemos errores, pero está a tiempo de redimirse.
—Creo que… Creo que le debo una disculpa -—murmura con sinceridad poniendo la espalda recta y levantando la barbilla.
—No es necesario —sonríe Ian con una mentalidad diferente para con la mujer.
—Sí, es necesario. Si usted no me hubiera dicho todo esto, yo hubiera seguido cerrada a la empresa. Entienda, es lo único que queda de mi hijo y no quiero perderlo. Me cegué con Sofi y la crucifiqué para no perder lo único que quedaba de él —explica con la voz entrecortada.
—Creo que es a su nieta a quien le debe las disculpas y explicaciones —argumenta Ian.
Regina asiente con la cabeza, al mismo tiempo que le agradece con la mirada.