Capítulo 135. Dolor
El bosque estaba impregnado de un silencio extraño, roto solo por el jadeo entrecortado de Alina y los latidos desbocados de Devon mientras la sostenía contra su pecho. El olor a sangre se mezclaba con la tierra húmeda y las hojas trituradas bajo sus pasos apresurados. Corría con ella en brazos, transformado nuevamente en humano, y cada tanto lanzaba un gruñido contenido, como si con la fuerza de su voluntad pudiera evitar que la vida se escapara de entre sus dedos.
—Aguanta, Alina, ya casi llegamos —murmuraba, con la voz quebrada por la desesperación.
Alina tenía el rostro empapado de sudor y lágrimas, su cabello pegado a la frente, los labios temblando. Se aferraba a los brazos de Devon como si fueran su único ancla en un mar de dolor insoportable.
—Me… me duele tanto, Devon… —susurró apenas audible, apretando los ojos.
Él la besó en la sien, intentando transmitir una calma que no sentía. Cada espasmo en su vientre abultado le atravesaba a él como una lanza. Sabía lo que significaba