Capítulo 134. Pérdida
El tiempo había pasado como arena entre los dedos. Meses enteros en los que la vida había florecido después de la tormenta. La pequeña hija de Mya, que en un principio parecía tan frágil como un brote recién nacido, ahora crecía fuerte y risueña. Sus ojitos brillaban como dos estrellas cada vez que Joseph la alzaba en brazos, y aunque al comienzo había sido torpe, con el paso de los días se convirtió en un padre improvisado, protector y atento. Mya lo miraba con ternura cada vez que él le hacía cosquillas a la niña o le susurraba canciones antiguas que aprendió de su abuela. Entre ellos se había tejido un vínculo tan profundo que ya nadie podía negar que había algo más que simple compañía: había un latido compartido, un afecto silencioso que crecía con cada gesto.
Liam, por su parte, ya no era aquel adolescente inseguro que miraba el mundo con ojos de niño. Su cuerpo se había ensanchado, los músculos se endurecieron, y su porte comenzaba a inspirar respeto entre los guerreros de la ma