Capítulo 140. Descubrimiento
El amanecer se filtraba tímido entre los ventanales del ala este del castillo. Devon avanzaba con pasos largos por el corredor, el ceño fruncido. Algo en su interior le había advertido desde antes de despertar: un presentimiento, un vacío. Cuando empujó las puertas de la habitación de Alina, su respiración se cortó. La cama estaba deshecha, las cobijas caídas al suelo, y ninguna señal de ella.
—¡Alina! —llamó, aunque sabía que no obtendría respuesta.
Los guardias acudieron de inmediato al escuchar su voz grave. Con un ademán rápido los despachó.
—Revisen los alrededores, cada rincón del castillo, las caballerizas, la entrada del bosque. Nadie descansa hasta que la encontremos.
Pues por alguna razón, tenía un mal presentimiento.
La orden resonó en los pasillos como un trueno. Sin embargo, Devon sabía que no era un descuido común. Sentía la ausencia como una puñalada. Y entonces, en medio de la agitación, sus ojos se encontraron con los de Lyra, la joven sirvienta que siempre estaba ce