Capítulo 64. El sueño
La noche era espesa y silenciosa en el castillo, pero el sueño de Alina no encontraba paz. Apenas cerró los ojos, una sombra invadió su mente. Se encontraba de pie en medio de un bosque oscuro, las ramas torcidas parecían garras que se agitaban con el viento. A lo lejos, un llanto apagado la guió hasta una trampilla en el suelo, cubierta de barro y hierba seca. Alina la levantó con manos temblorosas y descendió por una escalera estrecha que se hundía en una mazmorra helada.
La luz era tenue, apenas filtrada por grietas en el techo. Y allí, en una esquina, la vio. La joven. La misma que había soñado antes. Estaba encadenada, sucia, con los labios partidos y la mirada vacía. Pero lo que paralizó a Alina fue su vientre prominente, moviéndose con un leve espasmo.
De pronto, una puerta se abrió de golpe. Un hombre enmascarado entró, su silueta alta y amenazante llenando el espacio. La joven empezó a sollozar, sabiendo lo que estaba por ocurrir.
—Adriel debió matarte cuando pudo —dijo el ho