La voz de Devon era como un eco que se fundía con el silencio de la habitación.

Alina mantuvo los dedos sobre la marca mientras su mente giraba como un torbellino. Jamás había visto ese símbolo. No se parecía a las cicatrices de la mordida que él le había dejado. Esto no era suyo… no era de él. Era algo más, primitivo y poderoso. Antiguo.

—¿Crees que esto es parte de mí… de lo que soy, o se trata de algo más?

Devon asintió con gravedad. Sus manos recorrieron sus brazos con delicadeza, como si al contacto pudiera calmar la tormenta que comenzaba a formarse en su interior.

—No estoy seguro. Pero esto… esta runa, no es algo común. No está allí por accidente. Es una señal, Alina. Una que quizás estuvo dormida… hasta ahora.

Ella se giró para enfrentarlo, los ojos aún agrandados por la sorpresa.

—¿Dormida? ¿Te escuchas? Siempre fuiste renuente a creer en estas cosas y ahora tu voz suena como si yo fuera una especie de… de criatura mágica marcada por el destino. Y no lo soy, Devon. Soy una