Carmen Esmeralda escapa del control de su madre y viaja a Alemania. Allí estudia, descubre el amor y recibe apoyo psicológico. De vuelta en casa, enfrenta a su madre y decide comenzar una nueva vida con Zack, superando obstáculos para finalmente encontrar la felicidad.
Leer másLuisa Mercedes Montes, una maestra de 45 años, madre soltera de cinco hijos en Santo Tomás de Aquino, Estado Miranda, soñaba con una vida de lujos inalcanzable con su modesto salario.
A punto de jubilarse después de 19 años de servicio, anhelaba el descanso y un futuro más próspero para su familia. Su mentalidad estricta priorizaba los estudios y el dinero, e inculcaba a sus hijos la importancia de casarse con personas adineradas para escapar de la miseria y asegurar su ascenso social, un anhelo constante en su vida que consumía sus pensamientos día y noche.
Su hija mayor, Carmen Esmeralda, de 24 años, trabajaba como cajera en un supermercado y, en sus ratos libres, planchaba para la señora Belkys Solórzano, esposa del exalcalde, una dama respetable de clase media-alta con buenas conexiones. Carmen valoraba la independencia de su trabajo, aunque soñaba con algo más.
Un miércoles al mediodía, mientras Luisa pasaba por el supermercado, escuchó a Belkys hablar con Carmen sobre un programa de estudios en el extranjero. "¡Qué interesante, Belkys!" exclamó Luisa, con su interés habitual en cualquier oportunidad económica, no dudó en intervenir y escuchar atentamente los detalles, **acercándose sigilosamente para no perderse ni una palabra.
Belkys explicó que el Gobierno Nacional ofrecía becas completas para estudiar en el extranjero por tres años, cubriendo transporte, alojamiento, alimentación y un estipendio significativo.
"Es una verdadera bendición," afirmó Belkys con una sonrisa. Mencionó que su hija, Katiuska, ya había sido seleccionada para estudiar Trabajo Social en Alemania y que el programa incluía países como Colombia, Cuba, España y Santo Domingo, ofreciendo carreras como Comunicación Social, Derecho, Contaduría, Psicología, Ciencias Políticas y Medicina, entre otras. Impresionada, Luisa vio una luz al final del túnel para Carmen y su familia, visualizando ya a Carmen regresando como una profesional exitosa.
La señora Belkys, además, confió a Luisa un dato crucial en voz baja: había escuchado que algunas personas obtenían el pasaporte provisional sin necesidad de entrevistas o pruebas, simplemente acudiendo a las oficinas de migración y extranjería con los documentos correctos.
"Pero es un secreto, Luisa, no se lo digas a nadie," susurró Belkys con complicidad. Le sugirió que Carmen y Katiuska fueran juntas el lunes temprano para tramitarlo, pero con la estricta condición de no divulgar esta información privilegiada.
Luisa asintió con entusiasmo, ya imaginando el éxito de Carmen con un título extranjero y la mejora en su estatus social, sintiendo que el destino finalmente les sonreía.
Al llegar a casa, Luisa no esperó a que Carmen llegara para discutir el asunto. Con autoridad y sin espacio para objeciones, le ordenó: "Carmen, ¿qué haces aquí? ¡Ven, tengo que hablar contigo ahora mismo! Ya escuchaste todo lo que dijo Belkys, esta es la gran oportunidad de nuestras vidas, ¡la que estábamos esperando! Así que el lunes te vas temprano a buscar a la hija de Belkys para que gestiones todo lo referente al viaje, ¿queda claro?" Su tono no dejaba lugar a dudas sobre la seriedad del asunto y su inquebrantable determinación.
Para sorpresa de Luisa, Carmen aceptó sin objeciones. La idea de estudiar en el extranjero, conocer nuevas culturas y forjar su propio camino más allá de la rutina del supermercado, era una perspectiva emocionante y liberadora para ella, un soplo de aire fresco que la impulsaba a soñar en grande. Al día siguiente, Carmen fue a su trabajo, habló con su jefe y le presentó su renuncia formal y le explico que se iria al extranjero a estudiar en una universidadpara progresar y no seguir viviendo mas en la casa de su madre.
El jefe, visiblemente afectado por su partida, la elogió por su excelente desempeño durante dos años y le deseó lo mejor en su nueva aventura, reconociendo su valía con sincero pesar.
Como muestra de aprecio por su dedicación, sus compañeros y el jefe organizaron una pequeña despedida improvisada con lo que tenían a mano del supermercado, un gesto que conmovió a Carmen profundamente. "¡Te vamos a extrañar, Carmen!" dijo una de sus compañeras mientras la abrazaba.
Posteriormente, el jefe le transfirió la totalidad de su liquidación directamente a su cuenta bancaria. Al llegar a casa, Carmen compartió la noticia con su madre, y como de costumbre, le entregó la mitad de su ganancia para los gastos familiares, reservando el resto para los trámites urgentes de su viaje, reafirmando su compromiso.
Esa noche, mientras cenaban en silencio, la madre de Carmen apenas levantó la vista del plato. No dijo nada cuando su hija le contó sobre la despedida en el supermercado ni cuando le entregó el dinero. Solo asintió, como si la noticia no terminara de asentarse en su interior. Carmen, acostumbrada a esa frialdad envuelta en resignación, no insistió. Sabía que su madre no era de palabras cálidas, pero en el fondo esperaba, aunque fuera una vez, una señal de orgullo, un “me alegra por ti” o un simple “te voy a extrañar”.
En su habitación, Carmen abrió su cuaderno de notas y comenzó a escribir una lista de pendientes: pasaporte, traducción de documentos, compra del boleto, vacunas. Cada línea trazada era un paso más lejos de esa casa, de esa rutina que la había envuelto como una segunda piel. Pero también era un paso hacia lo desconocido, hacia una vida que aún no podía imaginar del todo, pero que intuía como suya.
Luisa la llamó esa misma noche. Su voz sonaba emocionada, como si el viaje de Carmen también fuera suyo. “Ya hablé con mi tía en Madrid. Dice que podemos quedarnos con ella las primeras semanas mientras conseguimos algo más estable. ¡Todo está saliendo perfecto!” Carmen sonrió, contagiada por el entusiasmo de su amiga. Era la primera vez que sentía que el futuro no era una amenaza, sino una promesa.
Los días siguientes fueron un torbellino de trámites, despedidas y emociones contenidas. Carmen se sorprendió al notar cuánto la gente la apreciaba. Una vecina le regaló una bufanda tejida a mano “para el frío de allá”, y un cliente habitual del supermercado le dejó una nota deseándole suerte. Incluso su hermano menor, que rara vez hablaba con ella, le escribió un mensaje por W******p: “Te vas a comer el mundo, Carmencita. Estoy orgulloso de ti.”
La noche antes del viaje, Carmen no pudo dormir. Se sentó en la sala, con la maleta ya cerrada a su lado, y observó a su madre dormida en el sofá. En su rostro endurecido por los años y las renuncias, Carmen vio reflejada la vida que estaba dejando atrás. No con desprecio, sino con una mezcla de gratitud y tristeza. Esa mujer, aunque nunca supo cómo demostrarlo, había hecho lo que pudo con lo que tenía.
Para Luisa, el futuro de Carmen, y por ende el suyo propio, comenzaba a tomar una forma prometedora, vislumbrando finalmente la tan anhelada vida de lujos, un sueño que parecía más cercano que nunca.
—Así, con que ustedes se conocen. ¡Llévenselo, muchachos, arreglaremos cuentas con este sujeto en el juicio! Y ustedes, ayúdenme a desamarrarla a la muchacha. Allá afuera está la ambulancia para que se la lleven al hospital, ¡vamos, muévanse! —ordenó el Sargento.En ese momento, el Sargento llamó a Zack.Ring, ring.—Mira, Zack, está sonando tu teléfono, ¿contestas tú o nosotros? —preguntó Teodora.—Contesto yo, es el sargento, espero que sean buenas noticias de mi Carmen Esmeralda, ¡Dios, qué angustia! ¡Aló! —dijo Zack, la voz llena de esperanza y nerviosismo.—Señor Zack Duarte, cumplo con informarle que encontramos a Carmen Esmeralda. Tranquilo, ella está viva y fue trasladada al hospital —informó el Sargento.—¡Muchas gracias, Sargento, ya vamos para allá! —exclamó Zack, aliviado.—¿Qué pasó, Zack? ¿Qué te dijeron? —preguntó Teodora.—Ven, siéntate, cálmate, toma agua; y ahora sí, dinos qué te dijeron —añadió Julia, tratando de tranquilizarlo.—Ya la consiguieron y ya la están ate
En medio de la desesperación, el estrés y el cansancio que se acumulaban con los días, el teléfono de Zack sonó, interrumpiendo la tensa calma. Era un número desconocido.—Buenos días, ¿quién es? —preguntó Zack, mirando la pantalla con el ceño fruncido.—Esperamos que usted sea el señor Zack, porque tenemos aquí a tu mujer, la tal Carmen Esmeralda. Te pedimos la cantidad de cincuenta mil dólares en efectivo y la liberamos. Tienes hasta las tres de la tarde de hoy para conseguir ese dinero, o la matamos. En un rato te daremos la dirección para que nos lleves el dinero, pero mucho cuidado si llamas a la policía, porque no la volverás a ver —sentenció el Maestro, la voz cargada de amenaza.—Díganme, ¿dónde están? —cuestionó Zack, el corazón en un puño.Mientras Zack hablaba, el captor le colgó el teléfono a mitad de la conversación.—Amigo, ¿qué pasó? ¿Qué te dijeron? —preguntó **Lino**, notando la expresión de Zack.—Amigo, me llamaron los secuestradores y me están pidiendo cincuenta mi
—Amigos, ¿tienen noticias? Ya ha pasado largo rato, estoy llamando a Carmen Esmeralda y no me contesta las llamadas, y estoy muy preocupado —dijo Zack, la desesperación en su voz.—No, amigo, la estamos buscando y nada que aparece —respondió Lino, con el ceño fruncido.—Óyeme, Zack, ustedes nos han hablado de dos amigas que tienen, también Teodora y Julia, ¿ya las llamaste? —preguntó Elizabeth, intentando encontrar alguna pista.—¡Tienes razón, Eli! Yo sé dónde se están quedando por aquí cerca. Vamos a buscarlas —exclamó Zack, viendo una luz de esperanza.—Listo, vamos —dijo Lino, y los tres se dirigieron hacia el lugar.No tardaron mucho en llegar a la casa donde se estaban quedando Teodora y Julia.—Buenos días, señora, estamos buscando a Teodora y Julia —dijo Zack a la dueña de la casa.—Buenos días, chicos, esperen aquí que ya se las llamo y disculpen que no los deje pasar, no acostumbro a recibir personas de visita en mi casa —respondió la señora **Karen**.—Descuide, señora, ent
Un nuevo día amanecía en la vida de Carmen Esmeralda y Zack. Como de costumbre, ambos salieron hacia sus respectivos trabajos. Mientras tanto, en la comunidad, la señora Luisa buscaba a Julián con renovadas intenciones.Toc, toc.—Buenos días, Julián. Ya han pasado varias semanas desde lo que hicimos. Ahora tenemos que planear otra cosa, pero que salga perfectamente bien —dijo Luisa, ansiosa.—Buenos días, señora Luisa, pase para que hablemos bien, siéntese. ¿Qué tiene pensado usted? —respondió Julián, invitándola a pasar.—No sé, lo que sea para que mi hija se aleje de ese ser —contestó Luisa, con un tono lleno de resentimiento.—Una pregunta, mi señora, ¿por qué usted odia tanto a ese sujeto? —inquirió Julián, curioso.—Ese tipejo malviviente no me gusta para mi hija. Él es de familia pobre y no quiero que mi hija siga tratando a ese tipo de personas que son muy ignorantes —expresó Luisa, revelando sus prejuicios.—Bueno, lo que vamos a hacer es secuestrarla a ella y que se quede e
Otro día transcurre con normalidad en las vidas de Carmen Esmeralda y Zack.--- Carmen Esmeralda: Amor, tú no te has comunicado con el Profesor Miguel para saber qué ha pasado con los supuestos postgrados que realizaríamos de la carrera que fuimos a estudiar para Alemania y ¿qué nos llamarían? Porque a mí se me hace extraño que él no nos llamara para volver a ir.---- No amor, no he sabido nada, y tienes razón amor, voy a llamar al Profesor Miguel para saber que es lo que está pasando.En ese preciso momento Zack le hace una llamada al profesor Miguel.--- Guten Morguen, Profesor Miguel, soy Zack el estudiante Venezolano que fue a estudiar en la universidad de Hamburg, ¿se acuerda de mí?--- Guten Morguen Studenten, si hijo me acuerdo de ti estoy bien, ¿tú, cómo estás?--- Bien Profe. Lo llamo para saber que es lo que ha pasado con la llamada telefónica que nos haría para seguir estudiando el postgrado por allá en Alemania.--- Hijo: hemos sufrido un lamentable hecho, hubo desastres n
A la mañana siguiente, **Carmen Esmeralda** y **Zack** se encontraron de camino al trabajo.—Buenos días, Carmen Esmeralda, necesito hablar contigo —dijo Zack, con una urgencia en su voz.—Buenos días, Zack, yo también necesito hablar contigo. ¿Estás muy apurado para hablar ahora? —preguntó Carmen Esmeralda, notando su seriedad.—Ven, vamos a casa para que tomemos un café y hablemos tranquilos —propuso Zack, deseando un espacio privado para la conversación.Entraron a la casa, se sirvieron café y se sentaron, listos para abordar lo que los tenía distanciados.—Ajá, ya estamos aquí. Ahora bien, dime tú primero qué me vas a decir —inquirió Carmen Esmeralda, con una mezcla de curiosidad y reserva.—Amor, tengo que decirte dos cosas. Primero, en todo este tiempo solo, entendí que mis palabras te hirieron y me apena que ya no estés aquí. ……La soledad no es buena compañera, pero me ha servido para darme cuenta de que fui un tonto, porque lo único que necesito para ser feliz eres tú. ¡Discú
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