Yalens Reymond ha sobreviviendo sola durante los últimos cinco años de su vida, después de los que llamo alguna vez familia, le quitarán todo dejando sin estabilidad mental a su madre. Anton Kalman un joven universitario pierde a su padre, su empresa y el amor de su vida, y jura tomar venganza de los causantes de su desgracia, por azares del destino tres años después se convierte en el joven CEO más rico de la ciudad. Sus vidas se encuentran cuando Anton decide utilizar a Yalens para el inicio de su venganza diciéndole "¡Señorita Reymond cásese conmigo!" Yalens por un extraño sentimiento de deseo sobre Anton acepta un complicado Acuerdo matrimonial ¿Que sucedera cuando sus deseos y secretos se vean expuestos en el desarrollo de su matrimonio por conveniencia y venganza?.
Leer más~Mannheim, Alemania~
°•Galería Kalman•° Los vientos de finales de otoño anunciaban el caos con un susurro gélido, colándose por los resquicios de la elegante Galería Kalman. Dayann Reymond se aferraba con desesperación al brazo del hombre que tenía en frente, la angustia torciendo sus facciones. —¿Es por ella? ¿Ahora estás saliendo con la estúpida de mi prima? —La pregunta, cruda y agonizante, se desgarró de sus labios. El hombre, Antón Kalman, se detuvo en seco. Su mirada, antes perdida en el laberinto de la galería, se posó sobre ella. Con un movimiento rápido y una fuerza que no esperaba, la sujetó del cuello y la arrinconó contra una de las grandes columnas de mármol. —¿A qué te refieres? —espetó, su voz, un eco frío y distante. —Antón, ¿vas a romper tu promesa? —logró farfullar ella, aunque la presión era sutil, casi un aviso. A pesar de ser conocido como un hombre de hielo, carente de emociones, Antón no era un salvaje. Su control era preciso, su agarre firme pero sin maldad. Una risa suave, llena de un sarcasmo amargo, se escapó de su garganta. —¿Promesa? Eso que proclamas ya no existe —murmuró. En ese momento, Antón sintió una ironía cruel y perversa. Le resultaba absurdo que Dayann, quien lo había traicionado comprometiéndose con su mayor rival cuando él se encontraba en la ruina, ahora le exigiera el cumplimiento de una promesa. —Me parece que te equivocas, la que está comprometida eres tú, no yo —puntualizó Antón, mientras su expresión se contraía en un gesto de profundo hastío. —Sí, pero has esperado todo este tiempo... Y ahora, de repente, ella aparece en tu vida y todo cambia —alegó Dayann, dejando escapar un sollozo que sonó más fingido que real. Antón bufó para sus adentros, preguntándose por milésima vez cómo habían llegado a ese punto de suplicio. ~°•Esa Mañana•°~ Cuando el sol se alzaba a la mitad de su viaje sobre la hermosa ciudad de Mannheim, Dennis Rossi se deslizó silenciosamente en la habitación. Con delicadeza, abrió las persianas oscuras que cubrían el inmenso ventanal del lujoso penthouse, uno de los más altos frente al río Neckar. El rayo de luz que entró iluminó a su jefa, quien yacía sobre la cama. —Señorita, ya es pasado el mediodía y tiene una reunión con la directora —anunció con voz suave. —Dennis, ¿por qué te empeñas en torturarme? —se quejó la joven con un murmullo sutil, enterrando el rostro en las sábanas. Dennis le ofreció una sonrisa comprensiva. La joven, Yalens Reymond, se incorporó lentamente, masajeándose las sienes. Su fina bata de seda, que caía sobre sus hombros, revelaba la silueta esbelta de su cuerpo. —¿Tienes todo preparado ya? —murmuró, su voz todavía ronca por el sueño. —Sí, señorita Yalens. La tina está lista a su gusto y también su bebida para la resaca —respondió la asistente con prontitud, abriendo la puerta del cuarto de baño. Todo estaba perfectamente dispuesto, como era la costumbre cada vez que Yalens regresaba de una de sus fiestas. Una tina con agua tibia, un gran recipiente con hielo y su té especial para la resaca la esperaban. Yalens, de figura proporcionada, se deslizó en la tina, sintiendo el reconfortante contacto del agua. Su cabello, de un negro intenso, contrastaba con su piel pálida como la leche. Sus ojos, de un negro oscuro y profundo, junto a sus delicados rasgos y labios color coral, le daban una belleza única. Su expresión, por lo general serena y ligeramente fría, transmitía una sensación de distancia, como una barrera invisible. Con solo veinticuatro años, Yalens se había abierto camino en el mundo de la moda y las pasarelas, convirtiéndose en una de las mujeres más codiciadas por las marcas de alta costura. Hacía solo seis meses, había protagonizado su primera serie para una plataforma de streaming, obteniendo un éxito rotundo. —Además de ver a Crystal, ¿qué más hay para hoy, Dennis? —inquirió Yalens mientras se vestía con un elegante vestido negro de tirantes y escote en V. —Señorita, hoy es la presentación de la nueva filial del Grupo Kalman, ¿lo ha olvidado? Yalens terminó de ponerse sus joyas en el cuello y las orejas. Le ofreció una sonrisa enigmática a Dennis, quien le entregaba su sombrero y abrigo antes de salir del departamento. ~Al otro lado del río Neckar...🍁 Frente al inmenso ventanal de su oficina, Antón Kalman se encontraba con un vaso de whisky en la mano y el undécimo cigarrillo del día consumiéndose entre sus dedos. Su expresión era fría y distante, un muro de hielo que ocultaba cualquier emoción. Su chaleco elegante se ajustaba a su cuerpo alto y musculoso mientras su voz, cargada de autoridad, resonaba en la estancia. —Señor Kalman, los asistentes importantes que estábamos esperando ya confirmaron —informó su asistente, Dustin, quien se mantenía estático frente a él. —¿Ellos vendrán? —indagó Antón, dando otro sorbo a su bebida. —Sí, señor... El señor Rochat y su prometida junto con su familia asistirán —respondió Dustin. —¿Y ella? —La pregunta apenas fue un susurro, pero el agarre de Antón sobre el borde del vaso se hizo más tenso. Su ansiedad, aunque oculta, era tangible. Dustin sintió un escalofrío. Sabía que a su jefe no le agradaría saber que su invitada más importante aún no había confirmado. Él mismo había recibido la tarea de invitarla y asegurar una respuesta positiva, pero contactar a esa mujer no había sido fácil. Se aclaró la garganta y, bajando la mirada, respondió. —Señor... Yo mismo le hice la invitación a la señorita Reymond, pero no me dio una respuesta inmediata. Solo expresó que lo pensaría. Un segundo de silencio sepulcral llenó la oficina, y luego, una carcajada fuerte y hueca estalló en el aire, seguida del sonido ensordecedor del vaso de whisky estrellándose contra el suelo, sus fragmentos de vidrio volando por todo el lugar.~Génova Italia~ °•Dieciocho meses después•° El sol apenas asomaba por el horizonte, tiñendo el cielo con tonos rosados y dorados, pero en la habitación principal de la torre uno del complejo hotelero la actividad ya era febril. El suave aroma a café recién hecho se mezclaba con el de las lacas y las flores frescas. Luciley brindaba el desayuno a Kiran, mientras las damas de honor, con batas de seda a juego, se reían complicemente. Yalens se sentó frente al espejo, observando cómo la estilista comenzaba a transformar su cabello en una obra de arte. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y una pizca de nerviosismo. «Está vez si es una boda real» Cada mechón, cada pincelada de maquillaje, la acercaba un poco más al momento en que se encontraría con Anton. Su corazón latía acelerado mientras recordaba cómo hacia tres años había iniciado aquel matrimonio por conveniencia y venganza. En una silla cercana, su vestido de novia, un sueño de encaje y tul, esperaba paciente
•°Tres meses después°• El aire en el Maserati se había vuelto denso con una mezcla de excitación nerviosa y expectación palpable. Yalens respiraba profundamente, siguiendo las indicaciones de su Nona por teléfono, mientras su mano apretaba con fuerza la de Anton. —Oh ¡Mierda! Cada contracción la sorprendía con una intensidad creciente, aunque entre ellas, una oleada de anticipación la inundaba. Anton, con la mandíbula ligeramente tensa pero los ojos llenos de una calma tranquilizadora, conducía con cuidado por las calles iluminadas de la ciudad. La radio estaba apagada; el único sonido era la respiración acompasada de ella y sus ocasionales jadeos. Al llegar a las puertas de urgencias del hospital, Anton se apresuró a ayudarla a bajar del coche. El frío de la noche con la primera nevada de ese fin de año contrastaba con el calor interno que irradiaba Yalens. —Tengo miedo —susurro ella apretando su mano. —No te preocupes estaré contigo. Todo va a estar bien. C
~Landgericht/Palacio de justicia~ •°Dos meses después°• El aire en la sala del tribunal era denso, cargado con el peso de la expectación y la gravedad del momento. Todos los ojos estaban fijos en la joven acusada. Ines Von allmen, sentada con una compostura inquietante a pesar de la lista de cargos que pendían sobre ella: falsificación de documentos, robo de acciones, lavado de dinero, secuestro simple y, el más grave, el de homicidio en primer grado. La fiscal, una mujer de voz firme y mirada penetrante, se levantó para presentar sus alegatos iniciales. Con cada palabra, pintaba un cuadro de engaño y ambición desmedida. La familia Von allmen habia tejido una red desde hacia diez años atrás, un cálculo planificado con sus tres principales actores, Mildred, Brian y Ines. —Su señoría, miembros del jurado— comenzó la fiscal —la señorita Ines Von allmen aquí presente, no es solo una criminal. Es una mente maestra en el arte de la manipulación, una depredadora que no dudó
El vapor cálido envolvía el baño, danzando en espirales desde la tina de porcelana. Adentro estaban Anton y Yalens. Ella con la curva de su vientre asomando apenas sobre el agua espumosa, cerro sus ojos, dejando que el calor la relajara. Había algo en el agua, en esa suave ingravidez, que por un momento la liberaba del nudo de tensión que se había instalado en su pecho aquella madrugada. Anton, ubicado detrás de ella, pasaba una esponja suave por su hombro y espalda, con movimientos lentos y deliberados. No había prisa, cada roce, cada caricia, eran un acto de amor y de cuidado, una promesa silenciosa de que todo estaría bien. Con todo lo sucedido solo quería convertirse en un pilar en el que Yalens no tuviera dudas de confiar. En su esposo real. —¿Estás cómoda? —susurró, su voz grave y tranquilizadora. Yalens asintió, una leve sonrisa curvo sus labios. — Es… perfecto. —murmuró pero las dudas flotaban al igual que la espuma —¿Cómo me encontraste? ¿Sabes todo? Él noto
Brian observó cómo Anton ascendía, un escalofrío de anticipación recorriendo su espalda. Era su oportunidad, la señal silenciosa que esperaba. Abajo, en la planta baja, Yannis había esparcido la gasolina con una frialdad calculada, el olor a benceno ya se pegaba al aire. A pesar de que sus pies seguían atados, había logrado liberar sus manos. Sin dudarlo, Brian se abalanzó sobre Xaver, derribándolo. Sus cuerpos cayeron al suelo con un eco seco, y la lucha por el arma comenzó, una contienda desesperada y brutal. —¡Suéltalo! —gritó Yannis, su voz tensa, el miedo y la furia entrelazados. Inés también había conseguido soltar sus manos, y con una urgencia febril, se apresuró a desatar los pies de su madre, Mildred, que sollozaba sin cesar. El ambiente se volvía cada vez más denso, el olor acre a gasolina se extendía, envolviéndolos. Yannis observaba, sus manos temblaban, pero en sus ojos había una chispa de resolución. «No dejaré que se salgan con la suya» pensó, la venganza ardiend
Un escalofrío recorrió la espalda de Anton mientras se levantaba de la cama. El vacío en el otro lado del colchón era un recordatorio silencioso de su ausencia. Cruzó el pasillo hasta la habitación contigua, el santuario de Yalens, en busca de algo. No por lo que ella había sido, sino por la persona que, en secreto, él sabía que siempre sería. Buscó con cuidado, con las manos temblorosas, hasta que, al pie del escritorio, sus dedos rozaron un sobre y el familiar tintineo de las llaves de la mansión. Fue un impulso, una certeza. Yalens siempre dejaba pistas, migas de pan para que él la encontrara. Conteniendo el temblor que sacudía sus manos, abrió el sobre. Era una carta de ella, el papel aún conservaba su suave aroma a jazmín. La primera línea le aceleró el corazón. ⚘ Para mi esposo. Querido Anton, No sé por dónde empezar. Quizás por el inicio de nuestra historia. Aquella noche en la galería, cuando tu voz chocó sin permiso en mis oídos, como una melodía que ya conocía. Cuando tu
Último capítulo