A la mañana siguiente, **Carmen Esmeralda** y **Zack** se encontraron de camino al trabajo.
—Buenos días, Carmen Esmeralda, necesito hablar contigo —dijo Zack, con una urgencia en su voz.
—Buenos días, Zack, yo también necesito hablar contigo. ¿Estás muy apurado para hablar ahora? —preguntó Carmen Esmeralda, notando su seriedad.
—Ven, vamos a casa para que tomemos un café y hablemos tranquilos —propuso Zack, deseando un espacio privado para la conversación.
Entraron a la casa, se sirvieron café y se sentaron, listos para abordar lo que los tenía distanciados.
—Ajá, ya estamos aquí. Ahora bien, dime tú primero qué me vas a decir —inquirió Carmen Esmeralda, con una mezcla de curiosidad y reserva.
—Amor, tengo que decirte dos cosas. Primero, en todo este tiempo solo, entendí que mis palabras te hirieron y me apena que ya no estés aquí. …
…La soledad no es buena compañera, pero me ha servido para darme cuenta de que fui un tonto, porque lo único que necesito para ser feliz eres tú. ¡Discú