La mansión se sentía demasiado grande para mí, y muchísimo más silenciosa cuando Donovan no estaba. No importaba que ahora tuviera guardias en cada rincón, vigilando cada paso que daba, ni tampoco las cámaras ni los sistemas de seguridad que él había ordenado instalar… en mi mente todavía resonaban las amenazas de Adrik, y por momentos esa sensación de vulnerabilidad me ahogaba.
No me dejaba respirar con normalidad, y Donovan había sido el principal afectado, ya que mi estado de ánimo solo empeoraba las cosas.
Pero era algo que no controlaba.
Quizá por eso, cuando Karina y la madre de Donovan llegaron a pasar el día conmigo, sentí un alivio que no podía ocultar, ni aunque lo intentara. Ellas traían consigo un aire distinto, casi hogareño, que lograba suavizar la tensión que él había dejado atrás antes de marcharse a su reunión.
Prácticamente obligado, porque otro problema era que se negaba a dejarme sola. Mucho menos desde que se enteró de que tendríamos mellizos.
Karina fue la primer