LARS
«¡Muérete!».
Una voz que no conocía resonó en mi interior en medio de aquella opresiva oscuridad, y de pronto lo sentí. Fue un fuerte golpe, tan fuerte que me hizo gritar, y abrí los ojos.
Estaba en un lugar sucio y oscuro. Olía a sangre, a heces y orina, a sufrimiento y desesperación.
—Mi niño, mi niño…
La suave voz de mi madre terminó de llevarme a la realidad, y solo cuando alcé la cara me di cuenta de que estaba tendido en el suelo, y de que me dolía todo el cuerpo.
Hacía frío, me moría de frío, pero eso no era todo.
—Mamá… —susurré, y sentí que la garganta se me desgarraba con ese simple intento.
Ella estaba sentada contra un rincón, con apenas la ropa interior, y las magulladuras por todo su cuerpo me dijeron que había pasado de nuevo.
Sí, nos había pasado de nuevo.
Al darse cuenta de que estaba despierto, se arrastró hacia mí. Su expresión denotaba su terror, y quiso ayudarme a incorporarme, pero fue imposible, porque un fuerte dolor me atravesó la espalda y me hizo gritar