«Se aferró a esos escritos que ahora tenían el aroma de su piel, con la esperanza en que nada pasara. Con la esperanza en que diera un paso atrás y lo escogiera a él, que fuera ese que describía en cada palabra. Verlo fingir felicidad era una pesadilla, que su corazón no comprendía». Noah Miller regresa a su ciudad después de múltiples fracasos en su carrera como nadador. Resignado, decide dedicarse al negocio familiar y olvidarse del agua para siempre. Sin embargo, sus sueños y deseos más profundos, que traduce en eróticos escritos, lo impulsan de manera secreta a seguir a seguir soñando con Adam Slave, ese hombre al que admira, pero que su cobardía le impide siquiera hablarle. No obstante, un día sus sueños se salen de las páginas, porque Adam, que es el protagonista de esas calientes historias, lo descubre todo, y la vida a Noah se le desordena por completo. Adam, que en un inicio se muestra muy ofendido al verse envuelto en esas fantasías, da un giro total y decide que solo le devolverá esos escritos a Noah, solo si se convierte en su amante. Cada cuento erótico que Noah escribió, será devuelto, después de retozar en la cama con el verdadero Adam. Sin embargo, las circunstancias que los rodean, hacen que el amor, se vuelva una tarea casi imposible, pues Noah descubre que la vida real junto a él, es más difícil, pero más hermosa. (Novela homoerótica)
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“Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe, de leyenda…”
El aire fresco de su ciudad, no era suficiente para oxigenarle el alma. Volvía con las manos vacías, con los sueños en fracaso y con el mal sabor de boca al no saber que diría en su casa, donde confiaron tanto en su carrera. Arrastraba las ruedas de su maleta con el dolor del peso de las decepciones y, vaya que era insoportable. La natación debía quedarse guardada y encadenada a los imposibles. Ya la había probado, ya había participado y había perdido, no una sino muchas veces. Nadie para su fortuna le reconocía, no quería que se acercaran con palabras consoladoras, que ya no servían de nada.
Noah caminó sin alteraciones. Quería mirar muy bien su pequeña ciudad, la que tendría que recibirlo por mucho tiempo, quizás para siempre. Sentía que cada paso se hacía más difícil, como si los zapatos se le pegaran al concreto. Quiso tanto haber traído buenas noticias a su casa, deseo con furia que las cosas hubieran sido diferentes, y haber visto el resultado de su esfuerzo, pero la realidad golpeaba sin piedad.
Casi rayaba el ocaso y se detuvo en un pequeño muelle de la playa de la ciudad. El atardecer era precioso. Se sintió inspirado en ese sitio, como si no fuera un final sino más bien un inicio. Kovak, su entrenador, le había dicho que si deseaba, él seguiría haciéndolo parte de su equipo, pero sentía vergüenza de hacerlo perder el tiempo, por eso con toda la educación aprendida, le dijo que tomaría un largo descanso emocional, pero que si se decidía volvería a intentarlo. Su plan no era dejar el agua del todo, incluso tenía pensado pedir trabajo a Jimmy y Esther, sus amigos, que tenían un pequeño club de natación, para instruir pequeñitos y así seguir en contacto con el medio. No podía desligarse del todo de algo que amaba tanto. Pero ya hacerlo él en público, era otra cosa. También podría seguir ayudando a sus padres en el pequeño hotel del que eran propietarios. No vivían en riqueza, pero su perfecta ubicación en cerca de la playa, le garantizaba clientela frecuente. El estómago de Noah no estaría vacío por siempre, eso era seguro, pero no podría decir lo mismo de su corazón.
Llegó a su mente esa otra cosa que le dolía en el pecho, que le robó tantas lágrimas y le sumó malos sueño; y era el hecho de no haberse podido cruzar nunca con él de la manera apropiada, ese hombre que le alegraba la vida. Mientas Noah miraba en su ciudad ese naranja que se le estrellaba en la cara y lo traía a él a su mente, pudo verlo, nadando y compitiendo, como si la piscina olímpica y ese que le robaba el alma, fueran uno mismo. Las pocas oportunidades que tuvo para hablarle, las había perdido, pues no creía que fuese a perder tiempo con alguien mediocre. Eso quizás era lo que más le dolía. Ahora solo podría soñar con su héroe personal, con su mentor, al que había defraudado y de qué manera: Adam Slave. El último momento en el aeropuerto cuando Adam intentó saludarlo, aunque solo fuera por protocolo, debió tragarse su orgullo y haberle dado la mano, así entonces hubiese estado en contacto con su humanidad, por centímetros siquiera. Pero en esa ocasión, pudo más su tonto miedo, solo le saludó de lejos, y casi salió corriendo.
Cerró los ojos con fuerza, ya no podía posponer la llegada a casa, tenía mucha hambre.
—¡Bienvenido Noah! —gritaron al unísono, quienes lo esperaban en su casa.
Hubo algarabía cuando lo vieron entrar. Sus amigos, su familia, todos estaban ahí, esperando por su llegada. Se sintió peor. Mientras Jimmy le abrazaba hasta casi destrozarle, su padre servía feliz copas de vino para recibir al muchacho. Su profesora y primera entrenadora que también se encontraba, le reprochaba el hecho de haber subido de peso, y le dijo que le pondría en una rutina, para que se pusiera en forma lo más pronto posible. Su madre le abrazó con firmeza, pero de manera corta, en ese frío país, los sentimientos sobraban. Por unos minutos se sintió feliz, como si de verdad mereciera ese recibimiento, y desde el fondo de su corazón, agradeció que no le hubiesen recibido como un perdedor. Por supuesto, aún no le decía a nadie que no volvería a la competencia de natación, ese no era el momento, no cuando se alegraban con su presencia.
***
Adam entró haciendo un escándalo, feliz de llevar esa nueva medalla en su pecho. Creyó que lo esperaba una sorpresa, por eso no se tomó la molestia de prender la luz, de seguro esta lo haría sola, junto a muchas risas y abrazos. Pero nunca pasó. Recorrió palmo a palmo su departamento y solo se encontró con el descuido de las ventanas abiertas. De nuevo, un triunfo que no celebraría con ese que tanto creía que amaba y, que tanto decía que lo amaba. Leo, no estaba por ningún lado, y la verdad no se hubiese sorprendido tanto, él nunca estaba. Ninguna de sus medallas se había llevado la ovación necesaria fuera de los podios. Con una triste sonrisa encendió todas las luces y fue a la cocina a sacar una lasaña congelada, que había por montones. No tenía ganas de salir a comer y menos solo. Prendió el horno microondas y creyó, de verdad, soñó, con que hubiese alguna sorpresa en alguna parte, que quizás no había revisado bien, y dio la vuelta de nuevo ya con luz, para mantener la esperanza. Pero no había nada. El timbre del horno sonó, ya su espectacular cena de bienvenida estaba lista. Corrió con desgano la silla del comedor y se sentó en ella para comer. Tenía mucha hambre, siempre tenía hambre.
—Ay, Adam, eres un tonto. Y esta lasaña sabe horrible —se dijo para sí mismo enterrando el tenedor dejando que el aire caliente saliera un poco—. No creo que me merezca esto, de verdad no creo. —La horrible pasta ahora tenía el aderezo de sus lágrimas.
Mientras tanto, la casa de Noah, era algarabía. Que diferente era la vida de un ganador, y la de un perdedor. Aunque en semejante situación, no se sabía en realidad, quien había perdido.
—Noah, lo hiciste terrible en ese giro —le decía Minako mientras miraban el video de su última presentación—. Hay que trabajar en eso y ¿puedes ver esa expresión? Parece que tuvieras una estaca en el trasero.
—Por favor no me hagas ver ese video otra vez, me atormenta como no tienes idea —dijo Noah tapándose los ojos, recibiendo una copa de vino que le extendía su padre—. Creo que conmigo, no hay remedio.
—Primero ponte en forma y ya veremos cómo cambiamos esos saltos.
La fiesta continuó, pero Noah no quería seguir en el salón comedor. Estaba de verdad agotado, y de alguna manera, su desdicha había disminuido un tanto con ese recibimiento. No se imaginaba cómo se habían enterado de su regreso luego de la competencia, pues se aseguró de no decirle a nadie, pero creyó que al fin y al cabo era ingenuo pensar que lo podría ocultar, con que alguno le preguntara a sus amigos nadadores ya lo sabrían.
Adam, que no podía decir lo mismo sobre una alegre bienvenida, a pesar de haber obtenido la medalla de oro en la competencia australiana, misma en la que Noah quedó en deshonrosos lugares, por fin escuchó la puerta de su departamento. La ingratitud e indolencia en persona, había llegado.
—Te esperaba hace horas —reprochó el nadador con voz tímida a su amante, que llegaba apestando a licor—. También esperaba una bienvenida, volví a ganar, ¿lo recuerdas?
—Por favor, Adam, sin dramas. Estoy acá hoy, ¿no te es suficiente eso?, debería serlo, dejé a mis amigos y a muchos empresarios por venir a estar contigo. Además ¿qué es eso de una bienvenida? ¿Qué acaso eres una quinceañera? Te fuiste solo dos meses. Y no me digas que ganaste, eso ya lo sé, te envié un mensaje en el mismo momento en que te pusieron la medalla en el cuello. Quisiera dormir un poco, ven y acompáñame así ya no tendrás ideas tontas en la cabeza.
Adam le siguió sin demora y se excusó por el “reclamo”. Patético. Ese hombre tenía tanto poder sobre su vida que siempre, como fuera, Adam tendría la culpa de todo. Y aún sabiendo lo malo que era para su alma estar con él, no podía dejarlo, le era imposible pensar en no tenerlo. Pero ya se estaba hartando. Como tantas veces antes.
***
Fin capítulo 1
Los días pasaron inclementes y Noah se sintió harto de descansar. Nada pudo saber de los Slave, era imposible su comunicación con ellos. El escándalo en Australia llegó hasta su televisor en la sección de chismes; nadie hubiera imaginado que él hizo parte de todo aquello, que fue protagonista, no obstante, esa historia solo quedaría para sus escritos. —Noah, has perdido forma y debes entrenar de nuevo. Me alegra que volvieras para dar las clases a los chicos, te han extrañado mucho. —Gracias —respondió el joven a su amiga, dándole un abrazo—. Gracias por recibirme de nuevo, creo que ya no me iré más. —Hay algo diferente en tu mirada. No puedo adivinar qué es, pero ya no te ves tan perdido como antes, debiste aprender mucho, por eso no me explico por qué estás en tan mala forma. —Aprendí muchísimo, eso es cierto. Pero no todo fue sobre natación. —Noah sonrió y empezó a contarle sobre su vida en ese otro país, ocultando claro, todo aquel drama. La mujer estaba sorprendida con el hec
XXXII Sucedió entonces lo esperado, lo que no podía evitarse. La policía llegó al lugar lo más rápido posible y separó a Adam de Noah, el herido necesitaba atención. Abel también pudo llegar a tiempo para retener al canadiense que estaba haciendo difícil el trabajo de los paramédicos, que en ese momento habían sedado a Adam, pues sufría un horror con el dolor que él mismo se había provocado para terminar con todo aquello. Entre este mundo y el otro balbuceaba el nombre de Noah y el de Leo, seguro alucinando que todo pudo ser diferente, que nadie tenía que terminar ni herido ni muerto. En medio del caos, ese de cabellos rojos extendió la mano buscando a su amante. Él lo supo y se desprendió de los brazos de Abel para ir al lado de su hombre, de su vida, de su corazón. Apenas pudo tomarla un momento, pues de nuevo fue apartado de su lado. Vio cómo la camilla con su nadador encima de esta entraba por el ascensor de ese edificio en construcción y se cerraba la puerta, para ya no verlo m
XXXI—Gracias, por estar acá. Vámonos ahora, seguro el que hayas llegado hasta mí, significa que todo se acabó, que Leo está arrestado, que todo… se acabó… —Noah notaba algo muy raro en Adam que no pronunciaba palabra. Parecía entonces que nada había acabado. Pero no entendía muy bien cómo había llegado él hasta ese sitio.—Noah, estoy acá porque él me citó. Esto acaba hoy, y solo un Adam tendrá que seguir nadando… —El muchacho de ojos verdes lo miró y le tomó las manos que tenía sudorosas. Le acarició luego el rostro y le dio un beso que fue bien recibido, pero seguía sin entender nada de lo que estaba pasando.—Adam, este no es el momento de jugar al héroe, ni de hacer de esta historia una telenovela… vamos a salir muy calmadamente por donde entraste, iremos corriendo a la policía, luego nos daremos una ducha larga, dormiremos una semana y nos reiremos como locos recordando esto en un año y, por favor… ni se te ocurra mencionar mis estúpidos escritos. Ahora, en este momento estoy co
XXX Con la decepción abrumadora en sus ojos, intentó conciliar el sueño en el que fue el cuarto de su hermano en esa casa, donde nunca se consumó para su fortuna el matrimonio falso. Adam miraba en su celular las fotos de Noah que aún guardaba, fue entonces que las lágrimas se le escaparon desafiantes por las mejillas. Haber visto esa habitación descabellada que Leo tenía imitándolo a él en todo, lo asustó mucho. Noah estaba en peligro, quizás uno muy serio. Entre todos hablaron y prefirieron no contar nada ni a las autoridades ni mucho menos a la prensa, debían manejarlo como pudieran ellos solos. Lab y Smith se quedaron en el cuarto de huéspedes. Cayeron profundos y no era para menos, las emociones habían sido demasiadas en menos de dos días. Aún no superaban ni entendían del todo lo que vieron, pero con la cabeza un poco descansada las soluciones fluirían mejor. Además el chico rubio estaba atormentado por el hecho de no haber podido impedir que Leo se llevara a su homónimo. En s
XXIX Abel corría por el hospital intentando hallar la habitación de su hermano. Afuera, en el pasillo pálido, encontró a Smith y a Label a quienes abrazó con igual euforia. Ellos le intentaron explicar un poco la situación y lo alterado que se puso Adam cuando se enteró que Noah no estaba con ellos. Abel estuvo atento y en el momento en que vio salir una enfermera se le fue encima con preguntas, pero la mujer que parecía confundida le preguntó si era gemelo del paciente. Se le había olvidado por completo que lucía como su hermano. Aclarado el asunto, entró y lo vio ahí recostado en la cama, en apariencia muy bien. No le dijo nada, ni Adam tampoco musitó palabra en varios segundos. —¿Estás bien? —preguntó Abel rompiendo el silencio, casi incómodo. No se atrevía por alguna razón a acercarse más. —Sí. Ese somnífero que tomé era muy fuerte pero al parecer inofensivo, dicen que esta misma noche… —No pudo seguir hablando pues unos brazos cálidos lo aprisionaron con toda la fuerza del mu
XXVIII El incesante tic-tac de un reloj que no veía, le estaba taladrando la cabeza casi de la misma manera que el golpe que recibió. Entreabriendo los ojos, reconoció lo que parecía ser fuego, aún todo le estaba muy borroso. Intentó levantarse un poco, pero un calambre que lo envolvió completo se lo impidió. Estaba asustado, aturdido y adolorido a más no poder. —Veo que al fin despiertas —escuchó que le decían en perfecto francés—. Lo siento, me pasé al golpearte con la silla, pero resultaste todo un tigre para pelear. De alguna manera debía sacarte de ahí. —Puedes hablarme en inglés. Y claro que iba a defenderme a mí y a Adam… por favor déjame ir —suplicó Noah apenas levantando la cabeza. Pudo enfocar mejor su visión y se dio cuenta que estaba en lo que parecía un departamento, uno muy lujoso. El fuego salía de una chimenea, junto a esta, sentado en un sillón tan prepotente como su captor, estaba Leo, que le veía con algo de melancolía. Noah no entendió esa mirada. Por largos se
Último capítulo