LARS
—¡Soren, aquí estás!
Los tacones de Elisse resonaron con fuerza cuando se acercó a nosotros, y Soren y yo nos miramos con inquietud antes de poner una máscara de normalidad.
Elisse, que vestía de punta en blanco, como una princesa, se acercó a mi hermano, y luego se fijó que yo estaba ahí, y también Ulrik. Al ver al moreno, su expresión se agrió.
—¿Qué hacen con este hombre? A mamá y a papá no les gusta que se relacionen con gente como él —comentó despectiva, lo que me heló la sangre por la ira al instante.
No obstante, mi hermano habló antes.
—Elisse, ¿qué te pasa? Saca esas palabras de tu vocabulario. ¿Quién te crees que eres para tratar así a los demás?
La ira enseguida bañó las facciones de mi hermana, que no temió en espetar con voz gélida:
—Soy la hija del Duque de Arenberg, y él es un negro, hijo de una inmigrante y un tipo retorcido con problemas mentales que cree que ensuciar su sangre está bien.
Por alguna razón eso me recordó a Harry Potter, por aquello de «Sangre suci