KOSTAS
El rugido de los motores de la lancha rasga la noche, mucho más fuerte ahora que Melisa está segura en mis brazos. Aferrada a mí, su respiración finalmente se ha calmado, aunque su cuerpo sigue exhausto. El viaje por mar es rápido y violento. A mi lado, Herodes vigila a Karen, el prisionero amarrado y amordazado, un fardo de carne que nos servirá como moneda de cambio o como mensaje.
Llegamos al embarcadero secundario donde nos espera Nick. La operación ha sido limpia, pero no sin pérdidas.
—Kostas —dice Nick, acercándose de inmediato. Sus ojos no se despegan de Melisa.
—Persia cayó, en la nave principal. Oleg, herido, logró escapar —informo, mi voz plana. Persia era uno de los Lupi más leales de Herodes.
Herodes aprieta los dientes, asintiendo con dolor, pero sin distraerse de su hija.
—Lo sé. Los Fedeli confirmaron su posición. Es una baja dura.
—Nos ocuparemos de eso después —corto. La prioridad es Melisa.
Nick ya tiene un vehículo esperando, no un blindado, sino un sedán rá