KOSTAS
Aquí, en el mundo que hemos construido, las cosas son muy simples. No tenemos tiempo para juicios ni para la policía. Cuando un problema surge, cuando la traición o la codicia rompe el equilibrio, solo hay una forma de zanjarlo.
Nuestra ley es la violencia. Es el único juez, el único lenguaje que entienden todos. Los conflictos internos, las deudas de honor o territorio... se resuelven con sangre y plomo. No hay negociaciones, no hay segundas oportunidades. La regla es clara: si rompes la ley de esta organización, la respuesta es absoluta y brutal. Yo, Kostas, me aseguro de que esa ley se cumpla al pie de la letra. Es lo que mantiene el orden.
Estoy en el asiento trasero blindado, y a mi lado está Elsia, el líder de mis Antonegras. Su rostro está marcado por cicatrices antiguas, un mapa de su absoluta lealtad. Ellos no sirven a ningún otro jefe ni a otra organización; solo se arrodillan ante el Don de la mafia italiana. Son su grupo especializado, y Elsia es el más fiel de todo