KOSTAS
El aire en mi despacho se siente tan pesado como el plomo. Ha pasado una semana desde que escuché aquella conversación fragmentada, una semana de insomnio y análisis obsesivo. Me recuesto en el respaldo de mi sillón de cuero, y el sonido de la lluvia azotando los cristales es un metrónomo lúgubre para mis pensamientos.
Aún no tenemos datos contundentes. Mi gente busca sin descanso, hurgando en registros, fechas y viejos documentos, pero la verdad sobre Melisa y Herodes sigue oculta. Necesito esa verdad, la anhelo con una desesperación fría: la prueba de que Melisa es, en realidad, la hija de Herodes.
Y eso es lo peor. Si se confirma, Melisa no solo será una pieza clave; ahora es doblemente perseguida. Los herederos de la familia siempre están en el ojo del huracán, y el hecho de que Herodes se haya dignado a reconocerla me la convierte en un blanco.
En el transcurso de la semana, Melisa ha visitado a Herodes dos veces. Solo dos veces, pero han bastado para que yo note una conex