Habían pasado unos días desde la conversación con Lucas en el comedor, y cada hora que transcurría pesaba sobre Isabelle como una piedra. Aunque no había vuelto a hablar directamente con él, su presencia se sentía en cada rincón de la mansión.
Los guardias, siempre estaban pendientes y atentos de lo que ella hacía y hacia donde iba, las miradas furtivas del personal, incluso parecía escuchar los silencios pasillos parecían susurrar mi nombre. Isabelle se mantenía recluida en su habitación la mayor parte del tiempo, repasando todo lo que había hablado con Lucas hace unos días. Pensado una y otra vez cada palabra, buscando algo que le permitiera entender mejor la situación. Y talvez tener algo de ventaja pero lo único que encontraba era más enojo, y frustración. Su padre no había intentado contactarla y sabía que tampoco lo haría por lo menos en el momento. Anque las esperanzas en su padre eran pocas. Aquello le dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir. —¿Qué estoy haciendo aquí? —pensó mientras miraba hacia los jardines perfectamente cuidados. Mientras pasaba cada minuto y cada segundo contemplando la ventana perdida en sus pensamientos sin notarlo llegué la noche. Lucas no había vuelto a presionarla o llamarla desde aquella conversación, pero sabía mejor que nadie que solo era cuestión de tiempo antes de que él exigiera algo más. [.....] La tensión finalmente alcanzó su punto de quiebre una tarde, cuando Isabelle decidió bajar a la cocina por algo de comer. Había estado evitando los encuentros con Lucas lo más posible, pero el hambre y el destino eran más fuertes. Al entrar, lo encontró allí, sentado en el comedor con una taza de café en la mano y documentos esparcidos sobre la mesa Sus ojos se alzaron lentamente hacia ella al instante, analizándola de arriba a abajo. —Pensé que no saldría nunca de tu habitación, cómo has estado evitándome los últimos días —comentó Lucas con una sonrisa divertida. —No se de qué hablas yo solo no tenía motivos para bajar, además me gusta comer en mi habitación — Isabelle, acercándose lentamente. —¿Acaso es una obligación comer contigo? O lo que pasa en realidad es que me extrañaste tanto que deseabas que bajará —dijo, sarcásticamente. El se quedó unos segundos en silencio irritado por su respuesta hasta que señaló la silla frente a él indicando con un gesto de su mano. —Siéntate porfavor. Ella dudó por un momento, pero finalmente cedió. —¿Qué quieres ahora? —preguntó, cruzando los brazos. Lucas dejó la taza a un lado y apoyó los codos sobre la mesa, inclinándose ligeramente hacia ella. —Han pasado días desde que llegaste y sigues sin aceptar la realidad de tu situación. — Perdón ¿La realidad de mi situación? —replicó ella con sarcasmo. —Te voy a decir cuál es la realidad de mi "situación" —respondió fríamente. —¿Y cuál es esa verdad? —contesto. —La realidad es que mi propio padre me abandonó aquí y tú no tienes idea de lo que vas a hacer conmigo. Lucas esbozó una sonrisa fría. —Tu padre no te abandono aquí, no creo que sea tan estúpido para hacer algo eso, además yo te tengo aquí porque es la única manera de conseguir lo que necesito. Isabelle lo miró con furia contenida, pero decidió pensar mejor y cambiar de táctica. —¿Qué tan mal están las cosas para ti, Lucas? Porque esto parece más personal de lo que admites. Él se reclinó en su silla, observándola con atención. —Tu padre robó más que la mercancía, Isabelle, robó mi palabra. —Y en este trabajo, tú mejor que nadie sabe lo importante que es y que es lo que realmente que importa. Ella se cruzó de brazos. —¿Y de verdad creés que yo puedo devolverla? Lucas sostuvo su mirada durante un largo momento antes de hablar. —Bueno... tal vez no precisamente pero eso no significa que puedes ser la clave para que él la devuelva. El silencio se instaló entre ellos, pero esta vez fue Isabelle quien lo rompió. —¿Y que pasa si no lo lográs? Lucas tensó la mandíbula. —Lo haré y de eso me encargo yo. — pero... ¿Y qué pasa si no lo hace? —insistió ella, alzando la voz. —Mi padre es un hombre terco y codicioso, lo sabes tan bien como yo Romano. Lucas no respondió de inmediato. En lugar de eso, tomó uno de los documentos sobre la mesa y se lo extendió. Isabelle lo tomó con cautela, sus ojos moviéndose rápidamente leyendo el contenido del texto. Era un informe de inteligencia. En umeraba nombres, ubicaciones y movimientos recientes de personas vinculadas al robo. Pero lo que más le llamó la atención fue el último párrafo. 𝚂𝚎 𝚑𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚏𝚒𝚛𝚖𝚊𝚍𝚘 𝚚𝚞é 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚎 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚖𝚎𝚛𝚌𝚊𝚗𝚌í𝚊 𝚛𝚘𝚋𝚊𝚍𝚊 𝚏𝚞𝚎 𝚟𝚎𝚗𝚍𝚒𝚍𝚊 𝚊 𝚐𝚛𝚞𝚙𝚘𝚜 𝚛𝚒𝚟𝚊𝚕𝚎𝚜. 𝚂𝚞 𝚕𝚘𝚌𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚊𝚌𝚝𝚞𝚊𝚕 𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚜𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚒𝚍𝚊, 𝚙𝚘𝚍𝚛í𝚊𝚗 𝚛𝚎𝚙𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚊𝚛 𝚞𝚗𝚊 𝚊𝚖𝚎𝚗𝚊𝚣𝚊 𝚍𝚒𝚛𝚎𝚌𝚝𝚊 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚗𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚊𝚜 𝚘𝚙𝚎𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚎𝚗 𝚎𝚞𝚛𝚘𝚙𝚊. Isabelle levantó la vista, en una expresión que era una mezcla de incredulidad y preocupación. —¿Esto es tan serio? Lucas asintió lentamente. —Sabia que habría problemas pero... Jamás imaginé que hasta éste punto. —Isabelle... —Tu padre no solo me robó, puso en riesgo todo un sistema. —Casi pierdo varios clientes y socios importantes por su culpa, por suerte pude manejar la situación de manera adecuada. Ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar sus palabras. —¿Y qué pasa si no consigues recuperarla? Lucas se inclinó hacia ella, su voz baja pero cargada de intensidad. —Eso no puede ser una opción, Isabelle, si no recupero lo que es mío, las consecuencias serán devastadoras. —Sobre todo para tu padre. Ella dejó caer el informe sobre la mesa, mientras su mente trabajaba a toda velocidad. —Esto es una locura. ¿Por qué haría algo así? —Lo se, peroes culpa de tu padre que cree que siempre podra salirse con la suya —respondió Lucas con frialdad. —Siempre lo he sabido, eso ya no me sorprende. Isabelle apretó los puños, sintiendo la ira burbujeando dentro de ella. —No soy como él, las personas me juzgan y piensan cosas malas de mí sin conocerme... solo por ser su hija—dijo en voz baja, pero firme. Lucas la miró, sus ojos parecían suavizarse por un momento. —Lo sé... Esa simple respuesta la tomó por sorpresa. Antes de que pudiera responder, Lucas se levantó de la mesa, tomando los papeles que había esparcido sobre la mesa. —Lo mejor será que descanses, Isabelle, continuaremos nuestra plática en otro momento. —¡Espera¡ ¿Sobre qué? —preguntó ella, poniéndose de pie también. Él se detuvo en la puerta, volviendo a mirarla. —Sobre cómo vamos a terminar éste asunto antes de que sea demasiado tarde para ambos —respondió con una suave sonrisa. Y con esas palabras, salió del comedor, dejándola sola con sus pensamientos y un creciente temor en el pecho. [.....] Habían pasado solo unas horas sobre su conversación con Lucas, cuándo esa misma noche, Isabelle estaba en su habitación, sentada junto a la ventana disfrutando del aire fresco de la noche. Estaba organizando sus pensamientos, aunque el esfuerzo era en vano. Su mente estaba dividida entre el caos de los documentos que Lucas le había mostrado y la furia que sentía hacia su padre. Repentinamente un fuerte golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, la puerta se abrió de golpe. —¿Romano? —preguntó, alarmada. Él estaba allí, de pie frente a ella, pero la expresión de enojo en su rostro y del como sostenía un papel arrugado en su mano o del porque sus ojos parecían atravesarla como dagas. —¿Qué tan estúpido crees que soy, Isabelle? —preguntó con un tono peligroso mientras cerraba la puerta detrás de él. Isabelle se puso de pie de inmediato, su corazón acelerándose. —¿De qué diablos estás hablando ahora? —preguntó, confundida. Lucas avanzó hacia ella, tirando el papel sobre la cama con un movimiento brusco. Isabelle miró el documento que había lanzado frente a ella y sintió que la sangre se helaba. Era el contrato de compromiso entre ella y Alexander Russo. Las palabras escritas en tinta negra parecían brillar bajo la luz de la lámpara, como un recordatorio del peso de aquel contrato. Lucas señaló el documento con un dedo, mientras su mirada seguía en el papel sobre la cama.𝙰𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚝𝚛𝚒𝚖𝚘𝚗𝚒𝚘 𝚢 𝚊𝚕𝚒𝚊𝚗𝚣𝚊 𝚎𝚗𝚝𝚛𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣 𝚢 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘
𝙲𝚕á𝚞𝚜𝚞𝚕𝚊 𝟷: 𝙴𝚕 𝚘𝚋𝚓𝚎𝚝𝚒𝚟𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚖𝚙𝚛𝚘𝚖𝚒𝚜𝚘
𝚙𝚘𝚛 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘 𝚍𝚎𝚕 𝚍𝚘𝚌𝚞𝚖𝚎𝚗𝚝𝚘, 𝚕𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣 𝚢 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘 𝚏𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚗 𝚕𝚊 𝚞𝚗𝚒ó𝚗 𝚎𝚗𝚝𝚛𝚎 𝙰𝚕𝚎𝚡𝚊𝚗𝚍𝚎𝚛 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘 𝚎 𝙸𝚜𝚊𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣, 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝚘𝚋𝚓𝚎𝚝𝚒𝚟𝚘 𝚍𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚘𝚕𝚒𝚍𝚊𝚛 𝚞𝚗𝚊 𝚊𝚕𝚒𝚊𝚗𝚣𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚊𝚝𝚎𝚐𝚒𝚌𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚛𝚎𝚏𝚞𝚎𝚛𝚌𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚘𝚙𝚎𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚊𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜 𝚎𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚜𝚎𝚌𝚝𝚘𝚛𝚎𝚜 𝚊𝚜𝚒𝚐𝚗𝚊𝚍𝚘𝚜. 𝙴𝚜𝚝á 𝚞𝚗𝚒ó𝚗 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚘 𝚘𝚋𝚓𝚎𝚝𝚒𝚟𝚘 𝚐𝚊𝚛𝚊𝚗𝚝𝚒𝚣𝚊𝚛 𝚕𝚊 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚋𝚒𝚕𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚢 𝚌𝚛𝚎𝚌𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚓𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚗𝚎𝚐𝚘𝚌𝚒𝚘𝚜.
𝙲𝚕á𝚞𝚜𝚞𝚕𝚊 𝟸: 𝙾𝚋𝚕𝚒𝚐𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚎𝚜 𝟸.𝟷. 𝙸𝚜𝚊𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣 𝚊𝚜𝚞𝚖𝚒𝚛á 𝚎𝚕 𝚛𝚘𝚕 𝚍𝚎 𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚒𝚍𝚊 𝚢 𝚛𝚎𝚙𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚜𝚒𝚖𝚋ó𝚕𝚒𝚌𝚊 𝚍𝚞𝚛𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚎𝚕 𝚊𝚌𝚞𝚎𝚛𝚍𝚘, 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚒𝚌𝚒𝚙𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚗 𝚎𝚟𝚎𝚗𝚝𝚘𝚜 𝚜𝚘𝚌𝚒𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚢 𝚌𝚘𝚖𝚎𝚛𝚌𝚒𝚊𝚕𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚜𝚎𝚊𝚗 𝚛𝚎𝚕𝚎𝚟𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚊𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜. 𝟸.𝟸. 𝙰𝚕𝚎𝚡𝚊𝚗𝚍𝚎𝚛 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘 𝚜𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚎 𝚊 𝚐𝚊𝚛𝚊𝚗𝚝𝚒𝚣𝚊𝚛 𝚕𝚊 𝚜𝚎𝚐𝚞𝚛𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚙𝚎𝚛𝚜𝚘𝚗𝚊𝚕 𝚢 𝚎𝚌𝚘𝚗𝚘𝚖í𝚊 𝚍𝚎 𝚒𝚜𝚊𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣, 𝚊𝚜í 𝚌𝚘𝚖𝚘 𝚏𝚊𝚌𝚒𝚕𝚒𝚝𝚊𝚛 𝚜𝚞 𝚒𝚗𝚝𝚎𝚐𝚛𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚎𝚗 𝚕𝚘𝚜 𝚊𝚜𝚞𝚗𝚝𝚘𝚜 𝚘𝚙𝚎𝚛𝚊𝚝𝚒𝚟𝚘𝚜 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘. 𝟸.𝟹. 𝙰𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜 𝚜𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚎𝚗 𝚊 𝚖𝚊𝚗𝚝𝚎𝚗𝚎𝚛 𝚕𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚏𝚒𝚍𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊𝚕𝚒𝚍𝚊𝚍 𝚜𝚘𝚋𝚛𝚎 𝚌𝚞𝚊𝚕𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛 𝚒𝚗𝚏𝚘𝚛𝚖𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎𝚛𝚒𝚟𝚊𝚍𝚊 𝚍𝚎 é𝚜𝚝𝚊 𝚞𝚗𝚒ó𝚗, 𝚢 𝚊 𝚛𝚎𝚜𝚙𝚎𝚝𝚊𝚛 𝚕𝚘𝚜 𝚝é𝚛𝚖𝚒𝚗𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚋𝚕𝚎𝚌𝚒𝚍𝚘𝚜 𝚎𝚗 é𝚜𝚝𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘. 𝙲𝚕á𝚞𝚜𝚞𝚕𝚊 𝟹: 𝙵𝚎𝚌𝚑𝚊 𝚢 𝚏𝚘𝚛𝚖𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝙻𝚊 𝚘𝚏𝚒𝚌𝚒𝚊𝚕𝚒𝚣𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚎 é𝚜𝚝𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚙𝚛𝚘𝚖𝚒𝚜𝚘 𝚝𝚎𝚗𝚍𝚛á 𝚕𝚞𝚐𝚊𝚛 𝚎𝚕 𝚍í𝚊 𝟷𝟸 𝚍𝚎 𝚜𝚎𝚙𝚝𝚒𝚎𝚖𝚋𝚛𝚎, 𝚍𝚞𝚛𝚊𝚗𝚝𝚎 𝚕𝚊 𝚛𝚎𝚌𝚎𝚙𝚌𝚒ó𝚗 𝚙𝚛𝚒𝚟𝚊𝚍𝚊 𝚘𝚛𝚐𝚊𝚗𝚒𝚣𝚊𝚍𝚊 𝚙𝚘𝚛 𝚕𝚊 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘. 𝙰𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚋𝚎𝚛á𝚗 𝚏𝚒𝚛𝚖𝚊𝚛 𝚎𝚕 𝚙𝚛𝚎𝚜𝚎𝚗𝚝𝚎 𝚍𝚘𝚌𝚞𝚖𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝚍𝚒𝚌𝚑𝚊 𝚏𝚎𝚌𝚑𝚊, 𝚌𝚘𝚗 𝚎𝚕 𝚎𝚗𝚝𝚎𝚗𝚍𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚚𝚞𝚎 𝚕𝚊 𝚏𝚊𝚕𝚝𝚊 𝚍𝚎 𝚌𝚞𝚖𝚙𝚕𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚜𝚎𝚛á 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚒𝚍𝚎𝚛𝚊𝚍𝚊 𝚞𝚗𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚒𝚌𝚒ó𝚗 𝚍𝚒𝚛𝚎𝚌𝚝𝚊 𝚊 𝚕𝚊 𝚊𝚕𝚒𝚊𝚗𝚣𝚊. 𝙲𝚕á𝚞𝚜𝚞𝚕𝚊 𝟺: 𝙲𝚘𝚗𝚜𝚎𝚌𝚞𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚌𝚞𝚖𝚙𝚕𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝙲𝚞𝚊𝚕𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛 𝚒𝚗𝚌𝚞𝚖𝚙𝚕𝚒𝚖𝚒𝚎𝚗𝚝𝚘 𝚙𝚘𝚛 𝚊𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚝𝚎𝚜 𝚜𝚎𝚛á 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚒𝚍𝚎𝚛𝚊𝚍𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚟𝚒𝚘𝚕𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚐𝚛𝚊𝚟𝚎 𝚊 𝚕𝚘𝚜 𝚝é𝚛𝚖𝚒𝚗𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚋𝚕𝚎𝚌𝚒𝚍𝚘𝚜, 𝚛𝚎𝚜𝚞𝚕𝚝𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚊𝚗𝚞𝚕𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝚒𝚗𝚖𝚎𝚍𝚒𝚊𝚝𝚊 𝚍𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊𝚝𝚘 𝚢 𝚙𝚘𝚜𝚒𝚋𝚕𝚎𝚜 𝚛𝚎𝚙𝚛𝚎𝚜𝚊𝚕𝚒𝚊𝚜 𝚎𝚌𝚘𝚗ó𝚖𝚒𝚌𝚊𝚜 𝚢 𝚎𝚜𝚝𝚛𝚊𝚝𝚎𝚐𝚒𝚊𝚜 𝚜𝚎𝚐ú𝚗 𝚕𝚘 𝚍𝚎𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚎 𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚗𝚜𝚎𝚓𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚓𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚍𝚎 𝚊𝚖𝚋𝚊𝚜 𝚏𝚊𝚖𝚒𝚕𝚒𝚊𝚜. 𝙵𝚒𝚛𝚖𝚊: 𝙲𝚊𝚛𝚕𝚘𝚜 𝙼𝚊𝚛𝚝í𝚗𝚎𝚣. 𝙰𝚕𝚎𝚡𝚊𝚗𝚍𝚎𝚛 𝚁𝚞𝚜𝚜𝚘. Isabelle dejó caer el papel al suelo, sintiendo cómo la rabia y el dolor se mezclaban en su pecho. Había pasado días enteros tratando de olvidar ese contrato, pero ahora lo tenía frente a ella, un recordatorio de cómo su padre la había vendido fácilmente a los Rusos. —¿Qué tal si me explicas por qué no mencionaste que estás o estabas comprometida con Alexander Russo? —¿Cómo... cómo conseguiste ese documento? —Eso no importa —dijo Lucas, cruzándose de brazos mientras la observaba con furia contenida—. Lo importante aquí es porque lo ocultaste. Ella apretó los puños, tratando de mantener la compostura. —No lo oculté, simplemente pensé que ya lo sabías. Su respuesta lo tomó por sorpresa. La furia en sus ojos titiló por un momento, pero luego su expresión se endureció. —¿Qué dijiste? Isabelle respiró profundamente, tratando de controlar el temblor en su voz. —El compromiso iba a anunciarse oficialmente la noche de la fiesta. Mi padre planeaba utilizar el evento para consolidar el contrato matrimonial entre las familias. —Si tú estabas lo suficientemente informado como para irrumpir en la fiesta y llevarme contigo, asumí que sabías lo del compromiso. Lucas soltó una risa breve y amarga. —¿Asumiste que lo sabía? —repitió, su tono estaba lleno de incredulidad y sarcasmo. —Isabelle, lo único que yo sabía era del robo de tu padre. Lo que no sabía ni mucho menos tenía información era de tu compromiso con Alexander Russo, un hombre que tiene tanto interés en el robo como tu propio padre. —No es mi culpa... —dijo ella, alzando la voz esta vez. —Yo no pedí ese compromiso, nunca lo quise. —Pero lo aceptaste ¿No? —contraatacó él, dando un paso hacia ella. Isabelle sintió que la ira la invadía su pecho. Lucas avanzó hacia la mesa, tomando el contrato del suelo y sosteniéndolo frente a ella. —¿Qué habría pasado si no te hubiera secuestrado esa noche? —preguntó. —¿Habrías firmado y sonreído para las cámaras y aceptado ser la prometida de Alexander Russo? —No lo sé... Lucas soltó una risa seca. —Tu padre planeó anunciar un compromiso para fortalecer sus negocios y tener más poder, mientras tanto jugaba con mi mercancía robada, es un genio muy astuto —dijo con sarcasmo, antes de volver a mirarla con dureza. —Nunca estuve de acuerdo con ésto, pero en este mundo no siempre puedes opinar o elegir. Lucas se inclinó hacia ella, su mirada fija como un ancla. —Entonces dime, Isabelle, ¿qué significa para Russo que tú estés aquí conmigo? — preguntó Ella apartó la mirada, sabiendo que su silencio hablaba por sí mismo. —Alexander no es una amenaza para ti y mucho menos creo que venga a buscarme —dijo finalmente. Lucas alzó una ceja, su expresión endureciéndose. —Eso es lo que crees, pero déjame decirte algo, Isabelle. —Russo no es el tipo de hombre que se queda quieto cuando alguien se interpone en su caminó y mucho menos en sus planes. —¿Y tú qué harás? —¿Usarme como carnada para provocarlo? —pregunto. Lucas sonrió, pero no era una sonrisa amable. —Eso depende de el, si decide venir a buscarte, tendrá que enfrentarse a mí. —por qué por ningún motivo pienso dejarte ir tan fácilmente — respondió con determinación. Isabelle sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que estaba atrapada entre dos hombres poderosos, cada uno con sus propias motivaciones, y ninguno dispuesto a ceder ante el otro. —No voy a ser el premio en una de tus guerras, Romano. —No eres un premio, Isabelle. Pero hasta que tu padre cumpla con lo que debe, y Russo aprenda a quedarse en su lugar, y tú seguirás aquí, junto a mi. Ella quiso responder, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Lucas la miró una última vez antes de darse la vuelta y salir de la habitación, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco. Esa noche no pude dormir nada, pase la noche dando vueltas en la cama pensando en la conversación que tuve con Romano hace unos minutos para después de varias horas caer agotada y por fin poder quedarse dormira. —Solo espero qué todo mejore... — dijo, entre susurrós.