Elena Fernández, una brillante cirujana cardiotorácica, está a punto de recibir un ascenso importante en un prestigioso hospital de Corea del Sur. La noche antes de la decisión, sale a festejar y termina acostándose con un hombre desconocido. Al día siguiente, descubre no solo que no recibió el ascenso, sino que el hombre con quien se acostó es el nuevo director del hospital, Han Hyun-Soo. Tras un error quirúrgico, su carrera se desmorona: es despedida, humillada y regresa a España creyendo que todo ha terminado, hasta que se entera de que está del despiadado director que la despidió. Cinco años después, Elena vuelve a Corea del Sur con la esperanza de redimirse salvando a la misma niña por la que perdió su trabajo. Al enfrentar a Han Hyun-Soo y su pasado, revela que él es el padre de su hijo, desencadenando una serie de eventos que desafían sus límites profesionales y personales. Elena regresa decidida a salvar la vida que casi destruyó en el pasado, sin prever que caerá en las manos del despiadado cirujano director, quien detrás de su fachada increíblemente atractiva, técnica médica perfecta y aparente responsabilidad como padre, se comporta como un demonio en las relaciones personales. Lo peor es que ese demonio la quiere a ella y a su hijo a su lado, pero sin hablar de amor. ¿Podrá el amor y la redención florecer en un corazón endurecido por la crueldad y la ambición?
Leer másAbro los ojos en la mañana con un intenso dolor de cabeza taladrándome los sentidos. Todo me da vueltas y el mareo amenaza con llevarme al baño directamente a vomitar. Me levanto de la cama y salgo corriendo sin percatarme de nada a mi alrededor. Por poco no consigo llegar al baño; con pocos segundos antes de que el contenido de mi estómago salga expulsado, logro abrir la tapa del inodoro y vomitarlo todo.
Después de semejante desastre limpio el lugar y me lavo la cara y la boca con un buen enjuague que encuentro en el lavamanos. En ese momento me doy cuenta de que no reconozco el lugar. Esa no es mi casa, de hecho, ni siquiera es la casa de algún colega.
—¿Qué pasó anoche? —me pregunto en voz alta acomodándome los rizos con un poco de agua. Salgo de nuevo a la habitación y allí mi corazón se paraliza al ver que la habitación donde me encuentro es enorme y lujosa, pero lo más preocupante es el hombre desnudo y bocabajo que está en la cama.
Lentamente los recuerdos comienzan a azotarme como bofetadas. Mis colegas del hospital me habían llevado a celebrar el ascenso que estoy a punto de recibir en el hospital. Tantos años trabajando duro para conseguir un buen puesto como médica en Corea del Sur al fin me darían sus frutos. El director todavía no me había dicho nada concreto, pero lo había insinuado y con eso fue más que suficiente para que todos saliéramos la noche anterior a beber y festejar.
—Ay no, ¿por qué bebí de más? —cuestiono en voz alta.
El hombre en la cama se da la vuelta y quedo paralizada en ese instante. Me cubro el rostro para no verle por debajo de la cintura, aunque la curiosidad acaba por ser más poderosa. El sujeto en cuestión es como un dios asiático pintado a mano. No puedo evitar detallar ese rostro pulido y definido, un pecho con abdominales marcados y más abajo…
—¡Dios mío! —exclamo en un susurro. Sacudo la cabeza, tomo mis cosas mientras el hombre empieza a despertar y salgo corriendo antes de que él me vea.
—Tengo que preguntarle a Yoon-Ah qué demonios pasó anoche y cómo es que terminé aquí —digo para mí misma mientras acelero el paso.
La casa del hombre donde estaba es inmensa, un hombre afuera, de más edad, me mira al salir, pero agacho la cabeza y me voy corriendo por la calle para que no me vean. Nunca he sido el tipo de chica que tenga aventuras de una noche, y mucho menos bebería hasta perder la conciencia, pero anoche fue algo especial.
Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que voy realmente tarde. Si antes no tenía ni una falta para recibir el ascenso, este día parezco estar cometiéndolas todas juntas.
Consigo un taxi que finalmente me lleva hasta el hospital universitario de Seúl, uno de los más prestigiosos de todo el país. Con las prisas, apenas y tengo tiempo de acomodarme el cabello y la cara, por lo que alcanzo a llegar a mi locker y me pongo un gorro para cubrir el desastre.
Esta mañana en particular debo pasar primero una revista con los pacientes, así que corro por el pasillo y alcanzo a ver a mi amiga Kim Yoon-Ah que me hace señas para que me apure antes de que el jefe temporal de cirugía me vea.
Apenas logro detenerme en la fila de los otros médicos cuando el doctor Lim Ji-Hoom aparece.
—Buenos días —saluda.
Todos los doctores responden al saludo con una reverencia de respeto, incluyéndome a mí, pues hablo un perfecto coreano desde hace años. Solo así habría podido obtener una beca para estudiar en la universidad de Seúl.
Mientras el doctor Lim habla sobre lo que tenemos que hacer ese día, Yoon-Ah y yo murmuramos en secreto.
—¿Qué pasó? ¿Por qué llegaste tarde? —me cuestiona.
—Precisamente eso quería preguntarte —respondo mirando a todos lados—, ¿qué pasó anoche?
—No sé, te quedaste conversando con un hombre que entró al restaurante. Quisimos convencerte de irte, pero él dijo que te llevaría a casa.
—¿Y me dejaste sola con un tipo desconocido?
—Se veía muy guapo, no creo que fuese a hacerte algo malo, ¿o sí?
Evito responder esa pregunta. Todavía tengo muchos choques culturales a pesar de vivir muchos años en el país. Hay cosas que alguien como yo no podrá entender aunque pasase tanto tiempo aquí.
Las dos nos quedamos calladas mientras realizamos las revisiones a los pacientes y presentamos la historia. En ese momento, uno de los doctores del grupo que al parecer también ha llegado tarde, se une a la revisión.
—Perdone por la tardanza doctor Lim, estaba hablando con el director sobre mi ascenso —dice, inclinando la cabeza.
Se me detiene el corazón al escuchar eso. ¿Ascenso? ¿De cuál podría estar hablando? El doctor Kwon Seung-Ho no es el más capacitado para promover, según mis pensamientos.
—Oh, felicidades doctor Kwon, sabía que la junta tomaría la mejor decisión —dice Lim. Luego se vuelve mirando a los demás—. El anuncio será oficial al finalizar la tarde, pero es mejor que lo sepan de una vez, el doctor Kwon será el nuevo jefe de cirugía permanente del hospital.
—¡¿Qué?!
No puedo evitar exaltarme. Todos voltean a verme con mala cara al interrumpir de esa manera a mi superior, pero no estoy en condiciones de seguir manteniendo la compostura. Niego con la cabeza y salgo corriendo de allí sin importarme si estoy cometiendo una falta de respeto. Estoy tan furiosa que no puedo pensar con claridad.
Sin siquiera tocar la puerta, entro a la oficina del director del hospital.
—¿Qué significa esto? —cuestiono.
—Disculpe, doctora Fernández, no entiendo —responde el director levantándose de la silla.
—¿Por qué le dio el puesto de jefe de cirugía al doctor Kwon y no a mí? Usted me había dicho… esto es… ¡sabe que el doctor Kwon no es tan capaz como yo!
—¿Cómo puedes entrar aquí y hablarme así? Doctora Fernández, esto no es propio de usted. Para empezar, yo nunca dije nada. Y de todos modos, esta no es una decisión mía. Yo ya no soy el director del hospital.
—¡¿Ah que no?! Esto es por discriminación, ¿no es así? Es porque soy española —acuso.
—Doctora Fernández, ya le dije que yo no tomé la decisión y no se atreva a acusarme de racismo. Si tiene alguna queja, háblelo con el nuevo director.
En ese momento la puerta detrás de mí se abre y el nuevo director entra al lugar. Me giro para confrontarlo, pero nunca esperé que el sujeto en el umbral de la puerta fuese el mismo hombre que estaba desnudo esta mañana en la cama.
LA VERDADERA FUENTE DE MI ODIOCorro por las calles oscuras, con el sonido de las sirenas resonando en mis oídos como un martillo constante, cada vez más fuerte, más amenazador. Mi cuerpo duele con cada paso, cada respiración es un esfuerzo agotador, pero no puedo detenerme. No ahora, no cuando todo está tan cerca de acabarse. Intento regresar a la casa, el único lugar donde puedo encontrar refugio, pero la sombra de mi hermano se aparece frente a mí, bloqueando mi escape.—Min-Ji —dice con esa voz fría y autoritaria, como siempre—. No hay más lugar al que puedas correr.Lo odio. Lo odio tanto que duele, mucho más de lo que mi cuerpo ha soportado esta noche. Él es la razón de todo, de mi sufrimiento, de mi caída. Pero lo más doloroso es saber que él sigue viéndome como una herramienta.Intento retroceder, pero el sonido de las puertas de los coches patrulla abriéndose me detiene. Las luces rojas y azules destellan en la oscuridad, iluminando las caras tensas de los policías que nos ap
CAMBIO DE PARECERCuando me acerco a la puerta de la habitación donde tengo a Elena, escucho pasos detrás de mí. Mi corazón se acelera al instante, esperando que sea Dae-Hyun. Pero cuando me giro, mi estómago se hunde. Ahí está Tae-Young, con su expresión seria y autoritaria, como si fuera el dueño absoluto de la situación. Me detengo en seco con la mano aún apoyada en el pomo de la puerta.—¿Qué haces aquí? —le pregunto con voz fría, aunque mi interior se agita. Este era mi plan, mi momento. ¿Por qué siempre tiene que entrometerse?—He venido a encargarme yo mismo —responde, empujándome a un lado sin siquiera mirarme. Es como si mi existencia fuera irrelevante, como si todo lo que he hecho hasta ahora no valiera nada.Mi sangre hierve de rabia. Siento cómo se aprieta mi pecho y el resentimiento, que durante años ha crecido dentro de mí, amenaza con explotar. Me esfuerzo por mantener la calma, pero la voz de Dae-Hyun resuena en mi mente: "¿Vas a dejar que tome el control otra vez? ¿O
LA ÚLTIMA DUDAEl trayecto se siente eterno, aunque apenas habrán pasado unos veinte minutos. Cada kilómetro que nos alejamos de la ciudad, mi mente se vuelve más caótica. Las palabras de Dae-Hyun resuenan en mi cabeza: “No te distraigas. La compasión es una debilidad”. Pero algo en mi interior no puede callar esa voz. La imagen de Elena, tan vulnerable, mezclada con las palabras de su hijo, sigue rondándome.A pesar de todo, intento no pensar en ello. Debo concentrarme en lo que sigue. Me obligo a ver a Elena como siempre la he visto: una amenaza, la barrera que me impide alcanzar lo que siempre he querido.Llegamos a la casa segura. Es un lugar apartado, bien oculto en las afueras de la ciudad. Dae-Hyun me señala que baje primero, mientras dos de sus hombres sacan a Elena de la camioneta. Ella sigue inconsciente, ajena al mundo, y eso me da un respiro. No estoy lista para enfrentarla despierta, para verla abrir los ojos y tener que mirarla a la cara.Dentro de la casa, todo está pre
EL SECUESTROLa clínica está tranquila cuando llego. Vuelvo a verificar el nombre de la doctora en la entrada: Elena. Todo se ha planeado meticulosamente. Fingiré ser una paciente con una dolencia cualquiera, algo que la obligue a entrar en una sala privada, donde el plan finalmente cobrará vida.Entro al hospital disfrazada, con el rostro parcialmente oculto tras unas gafas oscuras y un pañuelo que me cubre la cabeza. Me acerco al mostrador con una leve cojeada, adoptando la pose de alguien que sufre un dolor físico y emocional. La recepcionista me mira con preocupación, y en cuestión de minutos me encuentro esperando en una pequeña sala.Mi corazón late con fuerza mientras me repito una y otra vez que esto es lo que quiero. Elena debe pagar, y este es el momento en que todo cambiará.Finalmente, la puerta se abre, y ahí está ella. Elena. Parece cansada, pero aún emana esa aura de calma que tanto me irrita. Su gentileza me exaspera. Se acerca a mí con una sonrisa tranquila, ignorando
ALGO SE QUIEBRA EN MÍDespués de que Tae-Young se marcha, el silencio en la habitación se siente más pesado que nunca. Mi mente está llena de pensamientos que no quiero afrontar. Sé que las palabras de mi hermano han hecho mella en mí, como siempre lo hacen. No importa cuánto intente separarme de esa relación tóxica, sigue siendo difícil romper con las cadenas que me atan a él.—No dejes que te afecte —dice Dae-Hyun desde el otro lado del estudio, su voz tan fría como el mármol. Me acerco lentamente. Mi respiración aún es irregular por la ansiedad que me dejó Tae-Young.—Es fácil para ti decirlo —respondo, casi en un susurro. No puedo evitar notar la calma imperturbable que emana de él, y en cierto modo me reconforta. No se inmuta, ni por mi miedo ni por la amenaza de que nos descubran. Él es una fuerza impenetrable.—Confía en mí —me dice sin mirarme, mientras revisa los papeles frente a él. Pero el peso de esas palabras es suficiente para calmar la tormenta en mi mente.Me siento ju
CAUTIVADA POR ÉLVuelvo a la mansión después de horas siguiendo a Elena, con la mente inundada de pensamientos oscuros. Mi odio hacia ella ha crecido, alimentado por su aparente perfección y su absurda compasión. Cada sonrisa suya, cada gesto amable que tiene hacia los demás, todo me resulta insoportable. ¿Cómo puede pretender ser tan pura después de todo lo que me hizo? Esa falsa bondad me revuelve el estómago, pero también me alimenta, me mantiene firme en mi misión.Cuando llego, Dae-Hyun ya está esperándome. Está sentado en su estudio, rodeado de papeles y planos. La luz tenue del escritorio ilumina apenas su rostro, revelando su expresión siempre tranquila y calculadora. Ni siquiera levanta la vista cuando entro, lo que me molesta más de lo que debería. Me acerco despacio, intentando contener las emociones que hierven dentro de mí.—¿La seguiste? —pregunta sin mirarme aún, su tono de voz es tan casual que podría estar preguntando por el clima.—Sí —respondo, intentando sonar firm
Último capítulo