«Demian… no es mi benefactor. ¿Con quien he estado viviendo todo este tiempo? ¡él es un monstruo! ¡Tengo tanto miedo! ¿A quien le entregué mi corazón?», pensó Liliana, sintió su cuerpo trémulo.
Cuando la puerta se abrió, bajó la mirada, pestañeó rápido, recuperando no solo el temple, también evitó que las lágrimas salieran por sus ojos, tragó saliva, respiró profundo sin ser vista.
—¡Hermana Tessa, espere! —exclamó Demian, saliendo tras la mujer, hasta que vieron a Liliana ahí parada frente a ellos.
La sangre de Demian se les fue a los pies, su corazón dio un brinco, tuvo el peor miedo de su vida, que ella lo supiera todo, su respiración se volvió irregular.
—¡¿Liliana?! ¿Qué has escuchado? ¿Desde cuándo estás ahí parada? —exclamó casi como un bramido.
Liliana le miró con ojos grandes, luego esbozó una sonrisa.
«Seguro de que, si digo que lo sé todo, este desconocido me encerrará por siempre, no tendré forma de escapar, creí que sabía quien eras, Demian, ahora solo sé que eres un