Me hizo ir al menú “opciones”, que tenía dos submenús. El primero me hizo encajar las mandíbulas, al tiempo que una oleada de calor tocaba mis mejillas.

Era una prolija lista en tres columnas, y la primera línea bastaba para comprender de qué se trataba: “contacto manual pasivo” decía en la primera columna, y $10K en la segunda. Antes que pudiera leer las líneas siguientes, sus palabras me dieron la excusa perfecta para apartar la vista de la tablet, con la excusa de atender a lo que me decía.

—Aunque te parezca mentira, tengo una vida —dijo, serio pero sin animosidad, empujando suavemente hacia mí un cuenco lleno de cornalitos con un pequeño tenedor pinchado en los delgados bastoncitos fritos—. Me resultará imposible seguir dedicándote tantas horas por semana, y si seguimos como hasta ahora, te llevará demasiado tiempo saldar tu d