Mundo ficciónIniciar sesiónMi nueva identidad había funcionado perfectamente. *Luisa* no despertaba ninguna sospecha. Nada más que una aseadora de la empresa. Y aquella identidad oculta me servía para encontrar las cosas más extrañas que sucedían dentro de la farmacéutica.
Había logrado colarme un par de veces en la oficina de Oliver y había encontrado bastantes cosas que podían llegar a acusarlo. No tenían un manejo para nada integral de la compañía. Además, el tráfico que tenían de órganos era más que evidente, muy fácil de comprobar. Podría delatarlo en cualquier momento.
¿Pero era eso lo que yo quería hacer realmente? Tal vez la venganza que me había propuesto… ¿no era así? ¿Era eso lo que quería hacer? ¿Vengarme de ellos, de todos los Macarthy, destruirlos así como me habían destruido?
Pero no necesitaba más, porque el principal culpable de todo eso había sido Nicolás. Él era el que me había condenado. El que me había asesinado. El que quería muerto a su hijo. **Él era mi principal objetivo.** La venganza estaba con él y para él. Entonces debía encontrar la forma de desviar todo eso hacia él y culparlo a él.
No importaba si lo metían preso. Tal vez era lo que necesitaba. Tal vez era lo que se merecía.
Ya teníamos suficiente información. Lo suficiente como para inculpar, al menos, a Oliver. Pero necesitaba desviar mi venganza hacia Nicolás. Y las cosas se dieron bien cuando, unos cuantos meses después, lo vi entrar por las amplias puertas de la farmacéutica.
Pude verlo con su traje oscuro perfectamente impecable, su corbata recta, su mirada sombría. No había cambiado nada en él. Sentí un profundo desazón en el pecho, algo que me conmovió. **¿Aún lo amaba?** ¿Por qué seguía amándolo?, me pregunté. Pero era una estúpida. Una insensata.
No podía amar a un hombre que me había hecho tanto daño. ¿Qué clase de masoquista era? ¿En qué clase de idiota me había convertido?
Pero no podía negar que los años que estuve a su lado fueron increíbles. A veces, cuando él me miraba, yo podía ver que también me amaba… pero no. Todo eso era una mentira. Todo eso había sido la maldita venganza que ejecutó en mi contra. Mejor dicho, en contra de mi madre. Necesitaba humillarla y hundirla para que cambiara su declaración, para limpiar el nombre de su familia. Y lo había hecho.
Pero yo sabía cómo era. Yo sabía que el hombre que en ese momento estaba en el hospital no era para nada inocente. El líder de los Macarthy era tan culpable como el mismísimo Oliver. Tan culpable como el mismísimo Nicolás. Toda aquella familia estaba podrida desde adentro. Y yo estaba ahí, con una escoba en la mano… y mi enorme barriga.
La gerente de recursos humanos me había dicho que ya necesitaba regresar, que podía tomarme el tiempo hasta que naciera mi bebé y luego los meses de licencia. Pero yo no quería hacerlo. Necesitaba reunir todas las pruebas necesarias.
Tenía las fotografías. Había logrado encontrar las claves de los correos en las agendas de Oliver, que guardaba celosamente en los cajones bajos de su escritorio. Pero necesitaba más, porque no había encontrado pruebas fehacientes que lo involucraran con el tráfico de órganos.
Tal vez tenía suficiente como para que iniciaran una investigación. Pero si el hombre era habilidoso, podía escaparse de aquella investigación. No se me haría extraño que comprara testigos o incluso a los mismísimos jueces. Así que necesitaba encontrar algo contundente. Y tenía que encontrarlo antes de que mi hijo naciera.
Pero ahí estaba yo, de pie, paralizada ante la imagen de Nicolás. Estaba tan atractivo como siempre. Y eso me enojó.
Pero entonces, una vez ya había entrado y estaba recostado en la recepción, oí que me miraba. Sus ojos se clavaron en los míos. Pude sentir su fría mirada sobre mí. Yo era diferente: una mujer embarazada, con el cabello de otro color, corto hasta los hombros. No era como él me recordaba, pero tal vez había algo en mí que le parecía familiar.
Y eso me asustó sobremanera. No podía permitirme que me reconociera.
Entonces le di la espalda. Pero pude sentir cómo sus pasos avanzaban hacia mí. Toqué mi vientre despacio, como si temiera por mi hijo. El miedo hizo que el corazón se me agitara con tanta fuerza que casi me cortó el aliento.
**No podía sentir eso al ver a Nicolás. No podía permitirme sentir eso.**
Entonces di un paso, y luego otro, para intentar alejarme. Pero entonces su cálida voz llegó desde atrás:
—Disculpa —me dijo—. No quiero interrumpirte. ¿Podrías hacerme un favor? Necesito algo que le haga un poco de limpieza a mi auto. Estuve viajando por varias horas…
—Señor McCarthy —lo llamó la recepcionista.
Y yo aproveché aquella distracción. Había estado tan cerca de él, que sentí cosas que se suponía ya no debía sentir.
—Su hermano ya lo está esperando. Dice que no puede esperar un segundo más. Necesitan hablar de un tema importante.
—Sí, dile que ya voy.
Y en ese instante, cuando se volvió hacia mí, yo ya había emprendido mi camino hacia las habitaciones de servicio. Solo un segundo más y me habría visto. Habría visto mi rostro, a pesar de mi cambio de look y de todos los meses que habían pasado. Tal vez habría logrado reconocerme.
Pensándolo bien, las cosas se ponían muy complicadas. Esperé que la visita de Nicolás no fuese más que una entrada por salida. Pero tenía un tema muy importante que hablar con su hermano. Tal vez querían hablar sobre el tráfico de órganos.
No podía desperdiciar esa oportunidad.
Saqué la grabadora de video diminuta que había conseguido en el mercado negro y utilicé las escaleras de servicio para comenzar a subir hacia la oficina de Oliver. Pero iba a medio camino cuando sentí un salto de dolor en mi vientre… y luego mi bebé se movió.
—Tranquilo —le dije—. Tal vez sentiste la presencia de tu padre…
Pero aún no era tiempo para que naciera. Tal vez era el cansancio por el trabajo y el estrés, pero aquella punzante sensación no desapareció. De todas formas, tenía que aprovechar esa oportunidad. Una reunión como esa no se daría dos veces.
Así que salí corriendo a toda velocidad por las escaleras. Sabía cómo colarme en la oficina y escuchar su conversación.
Esta vez, nada los salvaría.







