Valentín me dejó en mi casa. Todo el esquema de seguridad se quedó afuera, vigilando mi hogar, y después que recibí al pequeño Elián en mis brazos, me quedé sentada en el mueble con el líder de La Navaja Suiza en silencio.
— Lo siento — dijo después de un rato — . Siento que debes… tenido que ver a tu hermano así.
— Tú lo conociste bien.
Él simplemente se encogió de hombros.
— No mucho. No interactuamos mucho, la verdad.
Pero yo podía notar, comúnmente, hacer de todo. El hombre mentía, yo podía sentirlo, podía percibirlo en su semblante. Ahora que ya sabía sobre las preferencias de Valentín, no se me hizo extraño pensar que tal vez incluso hubiera llegado a tener alguna relación sentimental con mi hermano. Valentín era un hombre muy atractivo, y de mi hermano yo no llegué a conocer absolutamente nada. Tal vez tuvieron una relación, por eso podía ver en sus ojos cuánto le dolía aquella situación. Era lo único que tenía sentido para mí, y él no quería hablar de ello por eso: porque