Me quedé un largo rato ahí sentada entre el césped, hasta que el sol comenzó a ponerse por el horizonte y el atardecer pintó el cielo de colores pasteles. Y entonces el frío comenzó a llegar al pequeño cementerio.
Cuando me puse de pie, tenía todo el cuerpo entumecido porque había pasado muchas horas ahí sentada. Tal vez una hora, hora y media, no lo supe. Había pensado muchísimas cosas. Mi mente había divagado una y otra vez en la cantidad de problemas que se amontonaban sobre mí. No pude evitar sentirme confundida, pero al mismo tiempo decidida. Había tomado aquellas decisiones, ya no había marcha atrás.
Entonces me puse de pie con completa decisión. Ya había llegado el momento de decirle a Nicolás lo que pasaba, decirle quién era yo realmente y qué era lo que buscaba, y enfrentar las consecuencias de aquella decisión.
Pero cuando me puse de pie y me volví hacia atrás, me di cuenta de que estaba sola. Cristian también se había alejado después de un rato, y pude verlo casi al otro la